El encierro
Imagino lo que hubiera pasado sin mi encierro. Mi opción fue inteligente. ¿Para que salir? ¿Para que ir a la montaña? Si todo estaba allí, adentro mío.
El grillo, de algún modo, había logrado despertarme. De toda la pesadilla, de la muerte y del balcón, del idilio que tuve por ella. Por fin.
Imaginaba que algún día me la cruzaría por la calle. Quizá sonreiría y me recordaría en algo a Víctor, o quizá no. Quizá ella también lo hubiera olvidado, aunque no creo. Claro que este encuentro nunca pudo darse tras mi encierro.
Hoy supongo que estará lejos, seguramente casada, pero eso no importa. Lo importante fue olvidar a Víctor y a su macabro juego de encuentros y rodeos. No verlo mas en plazas y esquinas ni oír resonar su risa imaginada en otros. Mi imaginación llegaba lejos en mis salidas previas al encierro, así que no estuve errado al dejarme atrapar. Es mas sano el encierro, que una libertad tan caótica que me guía al delirio y al crimen. Por otra parte, es más apacible. Mi celda no tiene recuerdos. Mi antiguo hogar, en cambio, esta plagado y de seguro en su vacío solitarios resuenan cientos de grillos que hoy deben de habitarlo. Mi salida no les impide el canto, ni la usurpación que ya había perpetrado aquel grillo mártir. Y su canto aislado aun puede oírse desde aquí lejos, con cada recuerdo que intento borrar en el papel. Porque el papel lo aguanta todo y yo ya no puedo callar.
Muchos años llevo adentro. Me envían todo lo necesario. Podría decirse que estoy bien atendido. Yo recibo. Ellos firman. Niego o asiento, da lo mismo, igual no puedo salir. Creo que al final ha sido muy provechoso el encierro, que intento perfeccionar con este pilón escrito a medias. Al menos parece que logre olvidar a Víctor casi por completo; salirme de su obsesión, pero no del todo, porque debía narrarla.
Víctor no ocupó mi cabeza en estos años, tampoco ella, ni aquel encuentro casual en la plaza. Fue mas bien el detonante de todo lo que me condujo a este encierro, el que me mantuvo pensando y pensando todos estos años. El grillo. Si, él fue mi única compañía en esta soledad del encierro. Con el se hicieron más breves (y más desesperantes) los días y las horas. Ahuyentar ese chillido de mi cabeza fue costoso, pero necesario para comenzar a escribir esta historia. Desde otro cuarto, con otros olores y otra vista diferente, todo se percibe en forma diferente.
Una novela escrita en 1999 por Gervasio Goris. En ella vemos una historia de un muchacho solitario que empieza a guiar sus actos segun lo que piensa que un grillo le dicta en sus chirridos.
martes, 29 de junio de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
El Grillo 11
La accion y su eleccion
Lo prohibido. Sé que el tema de mi vida anterior al grillo era este.
Durante estos últimos años de encierro ha sido otro: la acción y su elección.
Hoy desde otro puesto, vuelvo a reflexionar, ya sin la presión del grillo, sobre ambos; y conformo un tema nuevo, que me dirige mas claramente hacia lo que espero encontrar: las elecciones prohibidas.
Revise toda mi vida, desde chico. Reconocí una suerte de pasión por lo prohibido, mas aun por las elecciones que no podía realizar, las que estaban vedadas. Siempre sentí una atracción especial por el peligroso camino de las elecciones prohibidas. El gusto de la adrenalina me confirma que lo prohibido es esencia pura y tiene un gusto diferente al resto de las cosas que hacemos.
Sabemos que elegir da libertad, pero elegir lo prohibido es diferente: una libertad animal, más instintiva si se quiere. Y siempre me sentí atraído por esa libertad sin limites, ese ser que desde adentro nos empuja hacia lo que no se puede. O mejor dicho hacia lo que no se debe, ya que lo que no se puede es por definición, imposible. Sin embargo, muchas veces escuchamos que tal o cual cosa no se puede, cuando sabemos perfectamente que nada nos impide hacerla. La imposibilidad solo radica en algún imperativo de tipo moral, que no es otra cosa que un fantasma, un producto ilusorio de nuestras mentes hechas de conveniencia y autoengaño.
Lo prohibido. Sé que el tema de mi vida anterior al grillo era este.
Durante estos últimos años de encierro ha sido otro: la acción y su elección.
Hoy desde otro puesto, vuelvo a reflexionar, ya sin la presión del grillo, sobre ambos; y conformo un tema nuevo, que me dirige mas claramente hacia lo que espero encontrar: las elecciones prohibidas.
Revise toda mi vida, desde chico. Reconocí una suerte de pasión por lo prohibido, mas aun por las elecciones que no podía realizar, las que estaban vedadas. Siempre sentí una atracción especial por el peligroso camino de las elecciones prohibidas. El gusto de la adrenalina me confirma que lo prohibido es esencia pura y tiene un gusto diferente al resto de las cosas que hacemos.
Sabemos que elegir da libertad, pero elegir lo prohibido es diferente: una libertad animal, más instintiva si se quiere. Y siempre me sentí atraído por esa libertad sin limites, ese ser que desde adentro nos empuja hacia lo que no se puede. O mejor dicho hacia lo que no se debe, ya que lo que no se puede es por definición, imposible. Sin embargo, muchas veces escuchamos que tal o cual cosa no se puede, cuando sabemos perfectamente que nada nos impide hacerla. La imposibilidad solo radica en algún imperativo de tipo moral, que no es otra cosa que un fantasma, un producto ilusorio de nuestras mentes hechas de conveniencia y autoengaño.
domingo, 20 de junio de 2010
El Grillo 12
De chico
Era callado. Solitario.
Y tenia un rasgo detestable: le caía bien a la gente.
Como alguna vez dijo mi madre: “ es imposible enojarse con él”. Claro que esto era mentira, ya que todos se enojaban conmigo alguna vez. Como cuando traje dos manzanas podridas del mercado, cuando perdí el dinero que llevaba para pagar una cuota, cuando rompí el tocadiscos (aunque haya sido con una buena intención). Pero no fue en vano, ya que todos esos enojos quedaron bien registrados. Hoy guardo muy bien el dinero. Pienso que los escondites son mucho mejores que los bancos y sus cajas de seguridad para guardar el dinero, y cuanto más obvios mejor. Además me fijo muy bien, antes de comprar manzanas o cualquier otra fruta, que no tengan ningún rasgo de putrefacción mediata. El tocadiscos aun se conserva sin reparar.
Es cierto que aprendí mucho de chico, pero si no aprendí mas fue por esa maldita simpatía no premeditada que aprendí a sostener, pese a mis falencias de carácter.
La mayor parte del tiempo estaba solo. No recuerdo bien que hacia. Creo que pensaba... si, pensaba mucho, de una forma que otros gustan llamar ensueño. Quizá la mejor forma de vida, el autoengaño mas dulce.
Los años de inocencia no son tales. En realidad solo son años en los que el ensueño todavía esta a nuestro alcance. Esta capacidad de ensoñar, es una de las tantas cosas que uno deja sin saber bien porque. Así sucedió conmigo.
No sé en que momento deje de ser chico y comencé a ser grande, pero sé que no tuvo que ver con la edad, sino con la circunstancia. Porque creo que no hay edades para madurar. Mucho menos para olvidarse del más maravilloso don que poseemos: el sueño en vida.
Por esos años fui armando historias que nunca redacte. Imaginándome reinos y tierras que no existen. Ideando planes imposibles. Así fue mi niñez. Con una soledad tan rica que aun hoy desde esta celda añoro. Porque era una soledad distinta. No era una de cuarto vacío, de una cama sola y un plato en la cocina. Era, mas bien, una soledad de aventura, superior a todo el resto. Una soledad que compartía con mi mismo en la cotidianeidad de la vida de otros.
Recuerdos tengo muchos, casi todos lindos: música, siempre música; los pies sobre la mesa; el whisky de mi padre y el silencio mas lindo que haya oído. Dos ojos entre tristes y comprensivos, que no podían tener la maravilla que yo nunca fui. Ahora lo pienso, el silencio fue un rasgo central de mi niñez, que aun hoy me domina. Porque es verdad que puedo hablar cuando quiero (y de hecho puedo hacerlo en forma bastante agradable), pero soy un tipo mas bien callado.
Debo admitir que crecer no fue fácil para mí. Quizá para nadie lo sea, pero tampoco podría decir que fue difícil. Decirlo seria un insulto para quienes, con infancias traumáticas, aun subsisten. Siento que crecer fue un trance, un recorrido hasta mi ser actual. Era entonces, en potencia, lo que hoy soy en actos.
El idealismo era ensueño.
La tolerancia era respeto, aunque no tanto.
El libertario era entonces un rebelde silencioso, de incógnito. Un rebelde con ejercito propio, con armas letales y un comando sin fronteras.
Era callado. Solitario.
Y tenia un rasgo detestable: le caía bien a la gente.
Como alguna vez dijo mi madre: “ es imposible enojarse con él”. Claro que esto era mentira, ya que todos se enojaban conmigo alguna vez. Como cuando traje dos manzanas podridas del mercado, cuando perdí el dinero que llevaba para pagar una cuota, cuando rompí el tocadiscos (aunque haya sido con una buena intención). Pero no fue en vano, ya que todos esos enojos quedaron bien registrados. Hoy guardo muy bien el dinero. Pienso que los escondites son mucho mejores que los bancos y sus cajas de seguridad para guardar el dinero, y cuanto más obvios mejor. Además me fijo muy bien, antes de comprar manzanas o cualquier otra fruta, que no tengan ningún rasgo de putrefacción mediata. El tocadiscos aun se conserva sin reparar.
Es cierto que aprendí mucho de chico, pero si no aprendí mas fue por esa maldita simpatía no premeditada que aprendí a sostener, pese a mis falencias de carácter.
La mayor parte del tiempo estaba solo. No recuerdo bien que hacia. Creo que pensaba... si, pensaba mucho, de una forma que otros gustan llamar ensueño. Quizá la mejor forma de vida, el autoengaño mas dulce.
Los años de inocencia no son tales. En realidad solo son años en los que el ensueño todavía esta a nuestro alcance. Esta capacidad de ensoñar, es una de las tantas cosas que uno deja sin saber bien porque. Así sucedió conmigo.
No sé en que momento deje de ser chico y comencé a ser grande, pero sé que no tuvo que ver con la edad, sino con la circunstancia. Porque creo que no hay edades para madurar. Mucho menos para olvidarse del más maravilloso don que poseemos: el sueño en vida.
Por esos años fui armando historias que nunca redacte. Imaginándome reinos y tierras que no existen. Ideando planes imposibles. Así fue mi niñez. Con una soledad tan rica que aun hoy desde esta celda añoro. Porque era una soledad distinta. No era una de cuarto vacío, de una cama sola y un plato en la cocina. Era, mas bien, una soledad de aventura, superior a todo el resto. Una soledad que compartía con mi mismo en la cotidianeidad de la vida de otros.
Recuerdos tengo muchos, casi todos lindos: música, siempre música; los pies sobre la mesa; el whisky de mi padre y el silencio mas lindo que haya oído. Dos ojos entre tristes y comprensivos, que no podían tener la maravilla que yo nunca fui. Ahora lo pienso, el silencio fue un rasgo central de mi niñez, que aun hoy me domina. Porque es verdad que puedo hablar cuando quiero (y de hecho puedo hacerlo en forma bastante agradable), pero soy un tipo mas bien callado.
Debo admitir que crecer no fue fácil para mí. Quizá para nadie lo sea, pero tampoco podría decir que fue difícil. Decirlo seria un insulto para quienes, con infancias traumáticas, aun subsisten. Siento que crecer fue un trance, un recorrido hasta mi ser actual. Era entonces, en potencia, lo que hoy soy en actos.
El idealismo era ensueño.
La tolerancia era respeto, aunque no tanto.
El libertario era entonces un rebelde silencioso, de incógnito. Un rebelde con ejercito propio, con armas letales y un comando sin fronteras.
martes, 15 de junio de 2010
El Grillo 13
El rebelde silencioso
El Comando Abuelo Negro fue formado en 1989. El rebelde era su jefe, fundador y único soldado. Su primera medida fue declararse en rebeldía ética. Nada estaría mal visto dentro del Comando, porque no podía haber reglas, ni sublevaciones ni juegos de poder, sin un ejercito numeroso y estable.
El Comando, de raíz libertaria, dio comienzo a sus actividades en un muy ámbito privado: dentro del propio ser. Puesta en marcha la revuelta, ya no hubo vuelta atrás. Abuelo Negro, en esencia anarquista, contaba con una metodología básicamente incendiaria. Brindo importantes aportes al arte callejero de protesta y al escándalo barrial de aquel tiempo, operando a lo largo de toda una década. Se dice que no sirvió de mucho el adoctrinamiento y la tortura, ya que Abuelo Negro debió disolverse por causas que no van a explicitarse. Pero al menos hoy se sabe que tuvo un propósito, porque sirvió como preparativo y como causa.
Sublevación ética, revolución sexual, apatía política y descreimiento generalizado eran los ideales del Comando, que aun hoy creo conservar con el mismo espíritu. Aquello no fue en vano. Nada lo es si uno se detiene a meditarlo.
Recuerdo con especial claridad una tarde de verano. El Comando operaba por entonces en baños públicos, realizando pintadas anarquistas y marcas de fuego en las puertas de acceso a los lavabos. Lo recuerdo muy bien. Me encontraba en plena operación cuando entro un joven al baño. Me paralizo su mirada, tan limpia y atemorizante. Fue como una puñalada, que aun hoy llevo.
De esta forma conocí a Víctor y más tarde, por medio suyo, a ella.
Mi parálisis duro dos segundos, y cuando intentaba retirarme cruzo la pregunta:
-¿Por que escribís?
-No te importa- conteste velozmente intentando una huida casi infantil.
Sin dudarlo, me volteo de un puñetazo. Ni bien pude incorporarme, me hizo notar que esa no era forma de contestar a una pregunta amable, y sonrío extendiendo su mano.
Así era Víctor, ambiguo. Cálido y tenebroso. Sutil y desenfrenado. Valiente e inseguro. Incomprensible para mis sentidos.
Así fue siempre... hasta el fin.
El Comando Abuelo Negro fue formado en 1989. El rebelde era su jefe, fundador y único soldado. Su primera medida fue declararse en rebeldía ética. Nada estaría mal visto dentro del Comando, porque no podía haber reglas, ni sublevaciones ni juegos de poder, sin un ejercito numeroso y estable.
El Comando, de raíz libertaria, dio comienzo a sus actividades en un muy ámbito privado: dentro del propio ser. Puesta en marcha la revuelta, ya no hubo vuelta atrás. Abuelo Negro, en esencia anarquista, contaba con una metodología básicamente incendiaria. Brindo importantes aportes al arte callejero de protesta y al escándalo barrial de aquel tiempo, operando a lo largo de toda una década. Se dice que no sirvió de mucho el adoctrinamiento y la tortura, ya que Abuelo Negro debió disolverse por causas que no van a explicitarse. Pero al menos hoy se sabe que tuvo un propósito, porque sirvió como preparativo y como causa.
Sublevación ética, revolución sexual, apatía política y descreimiento generalizado eran los ideales del Comando, que aun hoy creo conservar con el mismo espíritu. Aquello no fue en vano. Nada lo es si uno se detiene a meditarlo.
Recuerdo con especial claridad una tarde de verano. El Comando operaba por entonces en baños públicos, realizando pintadas anarquistas y marcas de fuego en las puertas de acceso a los lavabos. Lo recuerdo muy bien. Me encontraba en plena operación cuando entro un joven al baño. Me paralizo su mirada, tan limpia y atemorizante. Fue como una puñalada, que aun hoy llevo.
De esta forma conocí a Víctor y más tarde, por medio suyo, a ella.
Mi parálisis duro dos segundos, y cuando intentaba retirarme cruzo la pregunta:
-¿Por que escribís?
-No te importa- conteste velozmente intentando una huida casi infantil.
Sin dudarlo, me volteo de un puñetazo. Ni bien pude incorporarme, me hizo notar que esa no era forma de contestar a una pregunta amable, y sonrío extendiendo su mano.
Así era Víctor, ambiguo. Cálido y tenebroso. Sutil y desenfrenado. Valiente e inseguro. Incomprensible para mis sentidos.
Así fue siempre... hasta el fin.
lunes, 14 de junio de 2010
El Grillo 14
Su numero
Por dos meses no volví a verlo. Una tarde de Marzo, antes del comienzo de clases lo cruzé por la avenida. Iba con una chica más joven que el de la mano. Era ella. Lo mire, pero pareció no reconocerme. Yo en cambio no podía olvidarlo: su rostro agudo, su mirada penetrante y su ambigüedad que lindaba con la incoherencia absoluta. Fuí por la misma vereda preguntándome como seria ser inolvidable. Dos cuadras mas adelante me tocaron el hombro por detrás. Dos cuadras... cuanto espacio.
-¡Sos vos!- me dijo Víctor sonriendo.
Unos metros mas atrás ella avanzaba tímidamente.
Víctor me preguntó si el Comando seguía haciendo pintadas, a lo que asentí con la cabeza.
-Excelente, tengo planes- dijo mientras me entregaba un papel.
-Llamame, a la noche.
Evidentemente era su numero.
Por dos meses no volví a verlo. Una tarde de Marzo, antes del comienzo de clases lo cruzé por la avenida. Iba con una chica más joven que el de la mano. Era ella. Lo mire, pero pareció no reconocerme. Yo en cambio no podía olvidarlo: su rostro agudo, su mirada penetrante y su ambigüedad que lindaba con la incoherencia absoluta. Fuí por la misma vereda preguntándome como seria ser inolvidable. Dos cuadras mas adelante me tocaron el hombro por detrás. Dos cuadras... cuanto espacio.
-¡Sos vos!- me dijo Víctor sonriendo.
Unos metros mas atrás ella avanzaba tímidamente.
Víctor me preguntó si el Comando seguía haciendo pintadas, a lo que asentí con la cabeza.
-Excelente, tengo planes- dijo mientras me entregaba un papel.
-Llamame, a la noche.
Evidentemente era su numero.
domingo, 13 de junio de 2010
El Grillo 15
El plan
Toda esa tarde me quede pensando en el plan de Víctor. ¿Que seria? ¿Se trataría acaso de una revuelta mayor? Pero... por qué me había preguntado por las pintadas. Tal vez me precisaba para algún tipo de campaña. Pero... campaña de que.
Víctor no sabia que el Comando Abuelo Negro estaba integrado únicamente por mi persona. Tal vez creyera que se trataba de una organización masiva y, posiblemente mis años de trabajo y mis kilómetros pintados le hubieran hecho creer que éramos cientos de rebeldes silenciosos.
Por otro lado, debía resolver a que hora de la noche era propicio hacer el llamado. No sabría que decirle, si apenas lo había cruzado un par de veces en circunstancias fortuitas (o no tanto). Pense en no llamarlo... pero que ocurriría si volviera a encontrarlo casualmente o si me buscara hasta encontrarme. Probablemente volvería a darme otro puñetazo o quien sabe, me miraría con esos ojos duros y enigmáticos hasta hacerme llorar.
Lo resolví: seria mejor llamarlo. A las diez. Una hora justa y prudente.
Aguarde nervioso. Las horas frente al teléfono se hicieron largas, pero más largas fueron las concatenaciones de frases usuales y palabras útiles que mi mente sugería para iniciar la conversación. Finalmente, a las diez menos cinco, opte por la siguiente: “Buenas noches, se encontraría Víctor, por favor...” Era amable, sin excesos ni frialdad. No podía fallar.
Diez en punto hice el llamado. Del otro lado, una voz femenina contesto. Supuse que era ella y repetí la frase que había escogido.
-Víctor no esta, pero llegara pronto. ¿Quién le habla?
Me costo responder.
-Soy... un amigo. Después lo llamo- y corte abruptamente, como con miedo de que alguien descubriera el plan... ¿pero que plan? No lo sabia, pero tenia la certeza de que ese plan existía y de que Víctor me lo confiaría en cuanto lo volviera a llamar.
Diez y media sonó el teléfono. Cuando atendí, no podía creerlo, era la voz de Víctor. ¿Cómo sabía mi numero si yo no se lo había dado? Aun hoy no se como fue que hizo para llamarme.
-Me dijo mi mujer que llamaste- (pero como sabia ella quien era)
-Me alegró que tuvieras en cuenta mi propuesta.
Balbucee alguna respuesta azorado por la sorpresa del llamado.
No recuerdo bien los diálogos que mantuvimos, pero si el final de aquella charla:
-Nos veremos. No te vas a arrepentir de haber llamado.
Quizá esa haya sido la única frase errada que yo haya oído de labios de Víctor, aunque tal vez no fue un error sino una forma de convencerme.
El Comando, capaz pero sin proyección, hallo en Víctor una fuerza para darle impulso; mas razón de ser. En un primer momento no logre comprender el plan, pero no me importo, porque era mejor tener un plan que no tener nada. Además, sabia que este seria el comienzo de una nueva etapa.
Y tuve razón... bastante.
Toda esa tarde me quede pensando en el plan de Víctor. ¿Que seria? ¿Se trataría acaso de una revuelta mayor? Pero... por qué me había preguntado por las pintadas. Tal vez me precisaba para algún tipo de campaña. Pero... campaña de que.
Víctor no sabia que el Comando Abuelo Negro estaba integrado únicamente por mi persona. Tal vez creyera que se trataba de una organización masiva y, posiblemente mis años de trabajo y mis kilómetros pintados le hubieran hecho creer que éramos cientos de rebeldes silenciosos.
Por otro lado, debía resolver a que hora de la noche era propicio hacer el llamado. No sabría que decirle, si apenas lo había cruzado un par de veces en circunstancias fortuitas (o no tanto). Pense en no llamarlo... pero que ocurriría si volviera a encontrarlo casualmente o si me buscara hasta encontrarme. Probablemente volvería a darme otro puñetazo o quien sabe, me miraría con esos ojos duros y enigmáticos hasta hacerme llorar.
Lo resolví: seria mejor llamarlo. A las diez. Una hora justa y prudente.
Aguarde nervioso. Las horas frente al teléfono se hicieron largas, pero más largas fueron las concatenaciones de frases usuales y palabras útiles que mi mente sugería para iniciar la conversación. Finalmente, a las diez menos cinco, opte por la siguiente: “Buenas noches, se encontraría Víctor, por favor...” Era amable, sin excesos ni frialdad. No podía fallar.
Diez en punto hice el llamado. Del otro lado, una voz femenina contesto. Supuse que era ella y repetí la frase que había escogido.
-Víctor no esta, pero llegara pronto. ¿Quién le habla?
Me costo responder.
-Soy... un amigo. Después lo llamo- y corte abruptamente, como con miedo de que alguien descubriera el plan... ¿pero que plan? No lo sabia, pero tenia la certeza de que ese plan existía y de que Víctor me lo confiaría en cuanto lo volviera a llamar.
Diez y media sonó el teléfono. Cuando atendí, no podía creerlo, era la voz de Víctor. ¿Cómo sabía mi numero si yo no se lo había dado? Aun hoy no se como fue que hizo para llamarme.
-Me dijo mi mujer que llamaste- (pero como sabia ella quien era)
-Me alegró que tuvieras en cuenta mi propuesta.
Balbucee alguna respuesta azorado por la sorpresa del llamado.
No recuerdo bien los diálogos que mantuvimos, pero si el final de aquella charla:
-Nos veremos. No te vas a arrepentir de haber llamado.
Quizá esa haya sido la única frase errada que yo haya oído de labios de Víctor, aunque tal vez no fue un error sino una forma de convencerme.
El Comando, capaz pero sin proyección, hallo en Víctor una fuerza para darle impulso; mas razón de ser. En un primer momento no logre comprender el plan, pero no me importo, porque era mejor tener un plan que no tener nada. Además, sabia que este seria el comienzo de una nueva etapa.
Y tuve razón... bastante.
lunes, 7 de junio de 2010
El Grillo 16
Nadie es víctima de su destino
Al día siguiente me encontré con Víctor por la mañana. Habían pasado menos de doce horas desde nuestra charla (o debería decir su monologo) en el teléfono. Y allí estabamos, frente a frente a frente. Yo con su mirada clavada, como aquel día de verano en el baño; intimidado, tal vez, por su presencia. Víctor comenzó a hablar. En unos quince minutos pudo exponer la fase inicial de su plan, la única que yo sabría y la única para la cual iba a necesitarme, según dijo aquel día. Siempre me pregunte porque tuvo que aclarar de antemano que mi servicio a su causa seria solo temporal y limitado, pero no recuerdo habérselo preguntado.
Años mas tarde me di cuenta de que sencillamente no había otra etapa. Su plan concluía en la fase uno, con mi actuación inútil y punto. Creo que invento la existencia de otras etapas para no otorgarme poder en la decisión. Si así fue, hizo bien, porque de haber sabido que el plan contaba con solo una etapa, no hubiera accedido a los requerimientos de Víctor. Recuerdo que en esos tiempos, de planes y de practicas, soñaba con las etapas futuras aunque nunca me haya atrevido a preguntar sobre ellas.
Creo que no fui enteramente una víctima. Nadie es víctima de su destino. Acaso Víctor fue solo un medio de algo más grande e incomprensible; una forma de llegar a ella. ¿Y ella? No sé, tal vez haya sido otro medio; un camino mas seguro para llegar a la locura; para oír al grillo adentro una vez ya muerto; para encerrarme y no volver hasta esta pagina; para salir y descubrirme tal como soy o como siempre quise y nunca pude.
Al día siguiente me encontré con Víctor por la mañana. Habían pasado menos de doce horas desde nuestra charla (o debería decir su monologo) en el teléfono. Y allí estabamos, frente a frente a frente. Yo con su mirada clavada, como aquel día de verano en el baño; intimidado, tal vez, por su presencia. Víctor comenzó a hablar. En unos quince minutos pudo exponer la fase inicial de su plan, la única que yo sabría y la única para la cual iba a necesitarme, según dijo aquel día. Siempre me pregunte porque tuvo que aclarar de antemano que mi servicio a su causa seria solo temporal y limitado, pero no recuerdo habérselo preguntado.
Años mas tarde me di cuenta de que sencillamente no había otra etapa. Su plan concluía en la fase uno, con mi actuación inútil y punto. Creo que invento la existencia de otras etapas para no otorgarme poder en la decisión. Si así fue, hizo bien, porque de haber sabido que el plan contaba con solo una etapa, no hubiera accedido a los requerimientos de Víctor. Recuerdo que en esos tiempos, de planes y de practicas, soñaba con las etapas futuras aunque nunca me haya atrevido a preguntar sobre ellas.
Creo que no fui enteramente una víctima. Nadie es víctima de su destino. Acaso Víctor fue solo un medio de algo más grande e incomprensible; una forma de llegar a ella. ¿Y ella? No sé, tal vez haya sido otro medio; un camino mas seguro para llegar a la locura; para oír al grillo adentro una vez ya muerto; para encerrarme y no volver hasta esta pagina; para salir y descubrirme tal como soy o como siempre quise y nunca pude.
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