sábado, 27 de febrero de 2010

El Grillo 37

La fuga:
Esa noche no fue. Se hicieron las seis y el alba calmo mis ansias. No pude levantarme a las tres, ni a las cuatro, y menos a las cinco. Entonces me quede, aunque no pude descansar. Recuerdo que pense mucho aquella noche. Me acorde de ella. Pobrecita.

Pense que la única razón para escapar era la posibilidad de verla. Pense también en la desilusion de Víctor y en su ira cuasi justificada. En el fondo no tenía nada para reclamarme. Al fin y al cabo, nada le había prometido.
Pero entonces... por qué la culpa.
Será por eso que esa noche no pude levantarme.
Solo la duda hizo que me levantara la noche siguiente: y si estuviera viva...

Ese día fue casi soportable. Pensaba todo el tiempo en el escape. Todo estaba calculado hasta el ultimo detalle. No podía ser tan arduo(de hecho no lo era). Burle guardias, camine con sigilo, destrabe la puerta. Libertad, ese bien tan preciado.
Sentí frío al salir. Me pregunte entonces, como es que algo tan bello puede doler tanto.
No tenía sentido, tarde o temprano caería. Así que volví solo. Antes de las seis estaba ya en la cama. Creerán que es incomprensible, yo creo que era la única forma de reencontrarme, de retomar el camino que llevaba.

Recuerdo que en ese tiempo escribí este fragmento:

Y todas estas hojas escritas por ella.
Un universo ideal y silencioso.
Horas bajo lamparas, las tuve a mi lado
Igual que en un principio a ella.
Y ahora dadas vuelta, sirven a otro fin,
para otra historia: la historia que no fue

Quisiera no idealizarla,
Pero al no conocerla me resulta imposible.
Porque todo es perfecto sin su voz,
sin sus errores
(porque ha de cometerlos,
aunque no me imagino de que forma)

Lamentablemente supe su apellido,
Y ahora sé su nombre.
Mejor era no saber nada
Y siempre esperarla en cualquier parte
Pero me es inevitable:
La quiero y no sé por qué.

Es simpático que el amor sea tan incoherente y testarudo. En lugar de evitarse un desengaño uno busca, como intentando probarse una vez mas que todo es inútil. Ya no quedan esperanzas: estoy condenado a ser un desdichado.

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