Balance:
Queda algo por narrar. Son los sucesos que me llevaron al grillo, a la locura declarada mas adelante.
Hoy soy un hombre lleno de contradicciones, como un asesino sin coartada.
No pense nunca en el escape, mucho menos en un crimen perfecto, sin testigos ni pistas. Cometí atrocidades que no creía tales. Me lleve puesto este nombre, la historia que he contado y los motivos que aun me llevan.
Escribir no ha sido fácil.
Nada lo es.
Pasaron dos años. No recuerdo bien en que. Quise trabajar en la biblioteca pero no fui atendido. Lo hubiera hecho ad honorem para resarcir el daño que cause en ella. Por consejo de Luis, la directora decidió no aceptar mi colaboración. El mundo literario no comprendía mi arrepentimiento y ya no podría retirar libros. Comprarlos seria más difícil dado que mi escasa renta haría difícil de sostener mi ávida lectura. Sin embargo no podía resistir la tentación. Intente en otras bibliotecas, pero mi prontuario me excluía.
Siempre sospechaban, y al llamar confirmaban mi altercado. Era inevitable: cada bibliotecario que me atendía pedía mi dirección para llenar la ficha, y al verme tan alejado consultaba por el motivo. Muchas veces esgrimí excusas de trabajo, pero ellos inexorablemente hacían el llamado que concluía con mis esperanzas de volver a leer.
Una noche, desperté sudado. Había soñado que mataba a alguien pero o sabia a quien. Solo recordaba una imagen: una pila de libros derribándose sobre un hombre de espaldas. Entonces temblé. Podía ser real mi sueño, y mi víctima solo podía ser una.
A la mañana siguiente corrí desesperado hacia la biblioteca. Llegue ocho menos cinco. Esos cinco minutos fueron un suplicio; el sudor era tibio y los nervios de punta me arrojaban lejos del lugar, hasta que lo vi bajar del colectivo. Luis me miro con mala cara, pero yo sonreí.
-¿Que buscas?- me dijo de mal modo.
-No nada, quería ver como andaba- conteste ingenuamente.
-No te hagas el simpático, ya sabés que acá no podes entrar. Ni acá ni en ninguna otra biblioteca del país.
Me fui contento, me había dado una clave: mudarme seria una solución. Pero, adonde ir sin tiempo ni planes.
Llegue a casa y comencé a armar una valija. Con una bastaría, total sabia que me iba para leer, solo para eso. Luego podría volver, pero solo si terminaba con mi proyecto: leer todo lo alguna vez escrito. Con el correr de las prendas me fui desanimando. Mi proyecto era imposible, mi principal enemigo era el tiempo... y los nuevos escritores. Aun salvando este inconveniente, no podría con mi voluntad, detener al tiempo. Mi cuerpo iría pudriéndose de a poco, mi vista se iría deteriorando, y mi alma con una pena mayúscula, se iría apagando en forma paulatina. Ninguna restricción en el volumen de las obras lo hacia posible.
Deprimido me entregué al llanto. Lo recuerdo claramente, porque pocas veces he llorado. Me extraño el sabor amargo en las mejillas, también me extraño el ahogo y la desazón. Me quede tirado en el sofá por largo rato. ¿Por qué lloraba? No lo sabia con precisión. Hoy sí lo sé: no quería leer todas las obras del mundo, solo necesitaba una.
Allí estaba mi vida en símbolos. Me duele pensar que la tortura de Víctor me hizo devolverla. Si tan solo hubiera sido mas fuerte... aun hoy debe reírse de mi cobardía en alguna parte.
Debía reencontrarme con la obra de algún modo. Pense : la biblioteca. Debía estar allí, porque todo estaba allí.
Reingresar ilegalmente seria una locura, así que decidí buscarle en otra parte. Los archivos me fueron siempre inutiles. Los libreros intrigados investigaron en mi nombre. Fue inútil, la obra no estaba, parecía no existir. Entonces surgió mi duda: habría existido alguna vez tal obra. Debía ser, ya que la tuve por siete días en dos tandas de tres y cuatro.
Pero que tal si el libro no era lo que yo leí, sino otras ideas que emanaban de alguna parte de mi ser en forma inconsciente. No podía conservar la duda. Luego de tres días de búsqueda, habiendo recorrido las treinta y siete bibliotecas de la ciudad y más de noventa librerías céntricas, me di por vencido. Había un solo lugar donde podría hallar la obra: en mi biblioteca amiga.
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