lunes, 18 de enero de 2010

El Grillo 49

Rejas:
Me gusta pensar que no es casual que mi cuarto atiborrado de papeles tenga rejas; aunque no soy peligroso, lo merezco, y me enorgullezco por merecerlo. Uno es lo que decide. Decide lo que hace. Hace lo que quiere. Muy simplista, pero es algo así.
Recuerdo que tras aquel encuentro fortuito quede trastornado con una sola obsesión: ella tenia la obra, no sabia cómo, pero efectivamente la tenia, y esto no era adecuado y podía traer consecuencias incalculables. Develar secretos, a veces puede generar catástrofes, de hecho mi intento por evitarlas fue aun más catastrófico y funesto. Yo no podía tener la obra, ella lo había dicho claramente: no nos veríamos más. Nunca.
Esta idea me aterraba menos que otra, como podía ser que estuviera viva, cuando yo tuve la certeza de que había muerto. Como pudo soportar la presión de Víctor. No era la misma de antes, pero había sobrevivido a la tortura. Su cuerpo era igual, casi igual, quizá un poco más desgarbado, pero su expresión era distinta. Su mirada, lo recuerdo claramente, estaba como ida y su actitud general era la de una persona prófuga. Evidentemente se sentía perseguida.
Se me ocurre que Víctor la quiso demasiado para llevarla hasta el suicidio, prefirió subyugarla aun más de lo que lo había hecho en vida. Pobrecita, la tortura debe haber sido inmensa.

Solo queda explicar mi condición. Mi reincidencia no es casual. Las mismas obsesiones, distintos tiempos. He tratado de olvidarlo todo, pero no puedo. Si pudiera, borraría todo menos al grillo, que aun hoy me recuerda la esencia que no quiero perder. Resuena adentro, por sobre gritos, disparos y la madera crujiente en el fuego.

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