Deseperanzas:
Mi cuerpo no da más. Debo darle un fin a todo esto. Encerrado es difícil darle un sentido a todo. Solo sé que escribir me mantiene vivo. El lápiz se me dobla por momentos, pero cuando estoy a punto de quebrarlo me detengo.
Pienso en la incomprensión, en que alguien ha de creer que no estoy loco, que nunca lo estuve. Sin embargo escribo en el encierro.
No valen ya las causas nobles.
El romanticismo ha muerto.
Una vez recuerdo haber escrito: “ya nadie cree en nadie”. Lo que hoy escribo tiene origen en la esperanza de que mi sentencia no sea cierta. Todavía creo en dos ojos que se cruzan y se sienten uno, aunque no lo sean.
Nada mas alberga mi codicia. La fama me ha quedado lejos. La grandeza a varios pasos. Y no diviso bien que hay por delante.
Quizá sea solo confusión.
Y mi esfuerzo inútil.
No es discreto este final. Podría ser abierto, porque abierta esta la historia. Sucede que no tengo mas que narrar.
Espero haber llegado a explicarme. En fin... no importa. Solo quiero que se sepa que todo lo que he hecho tuvo una causa, y toda causa un fin.
No es fácil para mí seguir escribiendo en estas condiciones. Dicen que el encierro no es para el artista, y aunque esto no sea arte, sino vida en paginas, vale reconocer que mi desgano tiene fundamento.
Ya le he enviado una parte de mi historia. Y estas ultimas paginas ha de recibirlas en cuanto termine de expresarme.
Mi historia no tiene correcciones. Mi vida tampoco las ha tenido. Creo que lo que queda es importante: las ideas no se matan.
Calculo que ya abra recibido mi paquete. Si la desgracia quiere que ella ya no vive donde supe, entonces la encomienda la recibirá otro, y hará de esto lo que quiera. Probablemente se use para prender un fuego... que paradoja, otra obra quemada.
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