domingo, 14 de marzo de 2010

El Grillo 23

Mujeres puras:
Habiendo descubierto el carácter del amor, me sentía urgido, con ansias de determinarme para el cambio. Y así lo hice, con costo, pero lo hice.
Hoy creo que mejor hubiera sido nunca descubrir lo que es el amor, aunque debo aceptar que una vida de engaño puede ser feliz, pero irreal.
Me llevo unos días decidirme, debido a que podía imaginarme cientos de situaciones en las que chocaría mi voluntad con mis necesidades, pero finalmente pude hacerlo; vencería la voluntad (al menos por un tiempo). La experiencia fue mi guía: en adelante no tuve mas contacto con mujeres, salvando las situaciones especiales en las que me era inevitable tenerlo (por ejemplo en las ventanillas del subte). Procuraba no dialogar con mujeres, fueran de la edad que fueran. Mi personalidad se volvió altamente misógina en ese tiempo. Todo en ellas me repugnaba: sus arreglos, sus voces, sus modos y costumbres. Esta lejanía cotidiana, las hacia más atractivas y misteriosas, especialmente a las niñas. Muchas veces observaba con ternura y hasta añoranza a las niñas jugar. Mientras lo hacia, se me ocurría pensar como un ser tan puro y bello podía transformarse con el transcurso del tiempo en una criatura tan abominable como una señora. Por un tiempo, pude comprobarlo, las niñas conservan la poca pureza que hay en este mundo.
Se me ocurre... ¿no existirán niñas con cuerpo de mujer? O mejor, mujeres con alma de niñas. Pude observar que algunas mujeres conservan algunos rasgos de su niñez, pero pierden en general los más esenciales, los que hacen a su frontalidad y soltura. Buscaba en algún gesto un movimiento de niña, una señal. Que lindo hubiera sido ver a una ejecutiva haciendo piruetas en la estación, mientras esperaba el tren; a una doctora haciendo globos con un chicle; a una adolescente sin usar maquillaje.
Era inevitable, duro largo, pero algo debió explotar.
Fue un domingo. Eran las diez de la noche cuando surgió en mi la idea. Había solo dos lugares donde podía encontrar mujeres puras: en un convento o en un prostíbulo.

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