domingo, 7 de marzo de 2010

El Grillo 30

Un Víctor diferente:
Horas después me hallaba en casa volviendo sobre mí y sobre los acontecimientos de la madrugada. Había un nombre que resonaba en mi cabeza. Misteriosamente aparecía ante mí la imagen de un Víctor diferente. Lo veía frente a mí, con un aire sobrador y altanero. Aun hoy recuerdo claramente esa sonrisa doble, inexpugnable. Al volver a casa su imagen comenzó a torturarme.
Era mi segundo encuentro con el orden. Víctor se reía de mis miedos. Su imagen casi viva no lograba escalofriarme. Por unos instantes volví a pensar en ella. Tal vez Víctor se le habría aparecido como a mí en aquel momento. Deje estos pensamientos ni bien note el ceño fruncido de mi visita. Su imagen me estaba pidiendo cuentas y yo estaba demasiado cansado para rendirlas. Así que me acosté.
Pasaron dos horas sin que poder pegar un ojo. La luz del alba pudo con mi cansancio y al levantarme lo vi sentado en el living.
Su sonrisa seguía pegada, irritante. Intuí que seria su presencia la que me impedía dormir a pesar de mi agotamiento físico y mental.
Lo salude absurdamente. Sabia que no iba a contestarme pues tenia en claro que él venia a escuchar, es mas a escuchar algo preciso.
Así fue que comencé a hablar. Si alguien hubiera entrado hubiera creído que desvariaba, pero solo estaba evitando la confesión.
Comencé narrándole los eventos de la noche anterior. Ante cada palabra mía su sonrisa se ampliaba, como si esta vez fuera él el cómplice. Cuando termine, saque un libro de entre mis ropas. Allí estaba el motivo de su visita: la obra.

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