domingo, 31 de octubre de 2010

El Grillo 01

Prologo
Sería un buen proyecto.
Comenzar con estas frases y años mas tarde, bajo este pilón, realizarme. Sueño en noches por delante, con este mismo pilón en dos pedazos; como toda buena historia: lo ya escrito y lo a escribir.
Lo que más me atrae de este proyecto es que parece ser imposible (aunque sé que no lo es). Si el fin es escribirlo, bastan la paciencia y la dedicación. Si el fin es conectarme con el sujeto que quiero ser, requerirá de mucho mas que paciencia y de una dedicación que uno solo pone para sí.
Idealizo el proyecto.
No habrá límites ni espacio.
No habrá tiempo ni colores vanos.
Solo letras de un mismo color, unas tras otras, recorriendo este pilón que aún se encuentra intacto.
Quizá desborde incoherencias, pero pienso que al fin todo ha de cerrar, de algún modo misterioso. Basta hacer la prueba.
Y a escribir, que falta tanto.

sábado, 30 de octubre de 2010

El Grillo 02

El Grillo
Ya lo tenía adentro desde hacía dos noches. Su chillido incesante pretendía mantenerme insomne por tercera vez. Pero no iba a soportarlo, ya no podía hacerlo.

Tome linternas y me decidí a encontrar el grillo. Con cautela escudriñe todos los cuartos. Pero con cada movimiento el chillido cesaba. Debía encontrarlo aquella noche. De todas formas, sabía que era mas útil la búsqueda que la insulsa y desesperante espera del amanecer.

Dos bolas en el horizonte. Una descendía temiendo que la otra la acusara de usurpadora. Al este y al oeste dos luces sobrias se extinguían. El grillo se había callado. Permaneció así tranquilo alrededor de una hora y media y cuando se decidió a retornar con su chillido opaco, yo me decidí a escapar. No podía ya escucharlo chirriar, con intervalos cada vez mas cortos, con la monotonía de una cárcel.

No me atreví a volver en todo el día. No sé por donde anduve, pero sé que era ya muy tarde cuando temeroso decidí regresar a mi hogar. Justo antes de girar la llave algo insospechado ocurrió. En el más absoluto silencio de la madrugada escuche la aterrante fricción de las patas del grillo. No pude controlarme. Retome la escalera bajándola de a tres escalones. Dos pisos mas abajo caí en forma estrepitosa, pero no me detuve. Una vez que me encontré fuera logre tranquilizarme. Todavía era de noche, así que decidí dormir allí en la puerta del edificio.

Por la mañana me despertó el portero. Supuso que había perdido la llave, y no tuve otro remedio que asentir para no pasar por loco. ¿Loco? Si, eso hubiera parecido si aceptaba el haber sido desalojado por un grillo. Me hallaba afuera con el portero, que me miraba extrañado, a pesar de sus suposiciones erradas. Se ofreció a derribar mi puerta, quizá a cambio de una propina no requerida expresamente. Entonces fue necesario hacer uso de mis dotes histriónicas. Fingí un olvido, y salí corriendo por la avenida.

No sabía cuando podría regresar. Por lo pronto me encontraba sin hogar, en la calle, por un grillo. Sé que puede sonar extraño, pero nadie que haya escuchado ese incesante chirrido por tres noches consecutivas puede hallarse en estado normal. Creo haber dormido toda la tarde en una plaza. No recuerdo cual era, pero era bonita, agradable. Esa tarde tuve un encuentro fortuito, del que mas adelante tendré para hablar. Fue justo tras la siesta, cuando me disponía a partir hacia mi hogar. Hoy realmente dudo que ese encuentro fuera tan casual como me pareció aquella tarde. Pero ahora sigo, para que pueda entenderse mi historia, mi trágica verdad que tiene varias razones y diversos ángulos, pero una sola mirada basta para comprender mis acciones.

Cuando volví a la casa, ya era hora de cenar. Por suerte no encontré al portero…claro, era la hora de cenar. Iba subiendo, cuando a la altura del cuarto piso, me quede inmóvil. Me aterrorizaba la idea de volver a escuchar el chirrido del grillo al llegar al quinto piso, o quizá mas adelante al llegar al sexto o al séptimo. El pánico me congelo en el tercer escalón del cuarto piso. Tuve que detenerme por un largo rato, hasta que después de pensarlo bien, decidí tomar asiento sobre el frío mármol del cuarto escalón. Permanecí mas de dos horas allí sentado y todo daba vueltas en mi cabeza. Probablemente se hubiera ido, de forma misteriosa, como a su arribo. Pense en la posibilidad de volver varios días mas tarde, ya que según mis cálculos, un grillo no podía vivir tanto. Dos horas tarde en darme cuenta de lo insostenible de aquella situación: estaba sentado en medio de una escalera, con un olor a cuerpo bastante fuerte y sin comer desde el día anterior. Tome valor y subí los cinco pisos que me distanciaban del terror.

Entre violentamente, para evitar la parálisis del miedo.

Estaba allí esperándome. Seguramente había permanecido en silencio esperándome, todas esas horas, esperando; tanto o más desesperado que yo. Y ahora, tras el descanso y la espera, comenzaba nuevamente.

Un grito de pánico desató el desastre. Comente a destrozar todo con la intención de hallarlo, pero solo logre que chillara mas fuerte, hasta el limite de lo humanamente soportable. ¿Por que? ¿Porque a mí? ¿Que no había otros hogares con los cuales ensañarse? Estaba ya a punto de enloquecer cuando note algo asombroso: el chillido no venía de un lugar sino de todas partes. Era por eso que no podía encontrarlo. Sin embargo este efecto podía ser solo una ilusión, pero algo era seguro: ese grillo estaba adentro y de él debía provenir ese chillido (¿sino de donde?). Seguro.

Era cierto. Finalmente logre encontrarlo. La casa semidestruída fue testigo de esa búsqueda enloquecida.

Bajo un fruto podrido, atrás del lavarropa, estaba esperándome, porque creo que ya estaba resignado cuando logre encontrarlo y sabia que iba a caer bajo mis brazos, como si me conociera de años y supiera de mis obsesiones y constancias. Y permaneció inmóvil, como queriendo burlar al tiempo o saltear lo inevitable, ahora si en silencio ante mi mirada de triunfo y mi mano poderosa que lo descubría bajo el fruto. Él parecía entregado, pero no me animaba a hacerle nada. No chillaba, ni intentaba un salto, ni siquiera un movimiento vano. Hubiera querido atraparlo para hacerlo volar por la ventana, enviarlo hacia otras sesiones de tortura en otras casas que necesitaran su chillido mas que yo. Pero no pude, porque era mi grillo y su chillido no tenía sentido para el resto.

Se me cayo una lagrima. Tome un bastón viejo de mi abuelo Negro y lo aplaste contra el suelo…tres veces, solo para asegurarme que no hubiera mas chillidos esa noche.

viernes, 29 de octubre de 2010

El Grillo 03

La lluvia
Comenzó a llover, y con la lluvia vinieron los truenos. Hacia menos de veinticuatro horas que había matado al grillo de tres bastonazos, y eso no me hacia sentir nada bien. Pero... qué podía hacer. De algún modo debía recobrar mi vida. Y si debía optar entre la de él y la mía, claramente elegía la mía.
La lluvia me distrajo por un rato, ya que mi insomnio había vuelto.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Grillo 04

Primera reflexión
Ha muerto, y en manos mías.
No hay nadie a quien culpar, mas que a mí mismo
Me desperté sin lluvia, ya era tarde. Por algún motivo, nada parecía diferente. Sin embargo, algo faltaba: el chillido.
Me puse a pensar en el evento del grillo. Y no es casual que me haya detenido en un insecto, porque creo que en las minucias esta la esencia de los problemas que nos aquejan. A veces una sonrisa doble, o una palabra sin sentido pueden estar mostrando esos ribetes propios que creímos haber escondido en forma eficaz.
Por eso me puse a pensar en el grillo. ¿Por que lo mate? ¿Porque tres bastonazos, y no uno solo?... si con uno bastaba para matarlo. Un insecto que siguiendo su instinto conflictuó mi existencia. ¿Que podía significar esto?
Quizá mi enfermedad estaba ya avanzada por ese entonces, y el evento del grillo fue tan solo incidental, o si se quiere, un disparador pero nunca la causa última.
Muchos años viviendo solo, sin mas palabras que las propias.
Muchas compañías que dejaban soledades y muchos reclamos para mi oreja saturada.
Esas eran causas, aunque no suficientes.
Creo que poco a poco me fui convirtiendo en esto que soy.
Y no fue a partir del grillo, sino desde antes, desde chico quizás.

sábado, 28 de agosto de 2010

El Grillo 05

Otra vez
Dos días mas tarde, mientras me encontraba sentado tranquilamente en el baño, note algo que logro alterarme, me di cuenta que lo que no podía ser, parecía estar ocurriendo. Me levante sobresaltado. Lo estaba oyendo… otra vez.
De forma casi inaudible, podía percibir el chillido nuevamente. No era claro y presente como antes de los bastonazos, pero eso lo hacia aun más molesto e intolerable. Era cierto, había matado al grillo, pero no al chillido que volvía por primera vez a perseguirme. Quizá los tres bastonazos no habían sido suficiente, o quizá no puedan matarse los gritos, los chillidos y las quejas que nos siguen siempre donde vamos.
Es cierto que era algo casi imperceptible y se notaba que era como si algo lo estuviera tapando. Comente a buscar su origen en forma desesperada, en armarios y cajones, pero el chillido no cesaba; permanecía constante y espaciado. Revolví de arriba a abajo mi casa no acostumbrada a ese desorden caótico de la búsqueda de grillos.
Luego de horas decidí abandonar la búsqueda. Evidentemente no había grillos en mi casa. Entonces me di cuenta de que pensándolo bien si había. Había uno aplastado detrás del lavarropa. Pense que tal vez debería haberlo retirado tras su muerte apretada contra el mosaico, pero no lo había hecho y por esto el chillido me perseguía por entones. Inmediatamente fui por una pala, corrí el lavarropa y allí estaba, tal como lo había dejado dos días antes: aplastado. Lo retire con temeroso respeto y lo arroje en una bolsa. Luego esta bolsa dentro de otra, y esa otra por la ventana, nueve pisos para abajo.

viernes, 27 de agosto de 2010

El Grillo 06

Al sol

Me recosté en la cama del sol, donde este pega justo todas las tardes del año, cada día con distinto ángulo, esto es distinta intensidad. Ese día, las nubes me impedían la satisfacción plena. Porque no hay nada mas lindo que tenderse bajo el sol en un día templado. Pero siempre están las nubes, que son como una desilusion intermitente, recordándonos que nada es tan perfecto ni tan placido. Y no es que este mal su sombra. Ahora nos queda cubrirnos y olvidar la luz del sol. Pero eso es imposible, una vez que la sentimos, es la piel que necesita.

jueves, 26 de agosto de 2010

El Grillo 07

El bombardeo
Pasaron horas y esa noche hubo estruendos. De color se iluminaron las paredes que otras noches esconden sus grietas en la penumbra. Y todo pareció diferente: al menos por tres minutos se quebró la monotonía de los viernes.
Imagine de pronto un bombardeo. ¿Cómo será encontrarse en una ciudad bombardeada? ¿Cómo será observar un espectáculo tan mortífero, tan formidable y macabro? Se me ocurrió que podía ser un juego al que juegan los gobernantes; y así se divierten. Es que a determinado nivel político todo debe aburrir.
Me quede mirando por la ventana. No sé cuanto tiempo paso. Tampoco importa. Pensaba en lo incierto del destino. Uno mismo intentando guiar sus actos de forma coherente, en medio de un mar de incoherencias colectivas. Sentí que comenzar un libro era como arrojar una hoja al viento: uno nunca sabe donde va a caer. No puede planearse todo: cada acto, cada solo, cada improvista situación. Hoy sé que quienes intentamos planear nos condicionamos. La experiencia que dan los años nos revela que la razón de nuestros actos no esta siempre a la vista. Por eso uno solo puede concluir en que lo que es hoy es producto de lo que paso ayer, pero mañana... quien sabe.
Ya estaba acostado. Mi cabeza era un sándwich. Literalmente. Me había acostumbrado a dormir con la cabeza entre dos almohadas y no podía dormir con solo una. Necesitaba de las dos o no dormía.
Quite la almohada de arriba, la tapa de ese sándwich de ideas inconexas que era entonces mi cabeza. Abrí los ojos y me quede mirando al techo. Sonó el timbre provocando ese sobresalto extremo que producen los ruidos inesperados en la madrugada. Eran las tres. Salte de la cama y cuando llegue a la puerta no había nadie. ¿Lo habría soñado? Eso parecía, entonces volví a la cama y a mis ojos clavados en el techo. Cuando estaba a punto de dormirme, volvió lo inconcebible, mi terror: el chillido otra vez. Pero era inconcebible... por qué a esa hora. Por qué a mí.
Me quede en la cama, tapado con la almohada-sándwich, tratando de aislar mi cabeza del chillido casi imperceptible. Decidí no levantarme bajo ninguna circunstancia; ni al baño, ni a tomar agua iría esa noche. Pasados unos minutos me anime y quite la almohada. El chillido ya no estaba, igual que con el timbre aquella noche. La resolución estaba tomada: debía cercionarme de que realmente no había mas grillos en mi casa. Mucho tiempo después logre comprender lo que sucedió aquella noche.
Me desperté temblando como a las seis. Desde la ventana todo parecía tranquilo. Me forcé a levantarme temprano, seria un día arduo. Comencé por juntar las pequeñas cosas que estaban en el suelo: camisas, broches, zapatos, muchos zapatos. Lo arroje todo al pasillo. Luego desarme todos los aparadores, metí en cajas cada recuerdo, y todo al pasillo. Una vez que termine con esto comencé a mover los muebles pequeños, los lleve hasta la puerta y allí mismo fueron desalojados temporalmente. Lo más difícil vendría después, con los muebles grandes. Intente la inútil tarea de moverlos, pero fue imposible. El cansancio estaba ya a punto de vencerme cuando oportunamente hizo aparición el portero.
Extrañado miro el pasillo.
Debía darle una explicación, pero no me atrevía a decirle que estaba buscando un grillo que no me dejaba tranquilo. Así que invente una excusa. Creo haberle dicho que iba a pintar el departamento y enseguida se ofreció para ayudarme (por supuesto a cambio de alguna retribución). Tuve que agradecerle para no aceptar su ayuda, que por otra parte era innecesaria. (para que iba a necesitarlo en la búsqueda de algo inexistente). Solo le solicite que me ayudara a correr los muebles más pesados al pasillo repleto de mis cosas, tarea que conjuntamente concluimos en un breve periodo de tiempo. Decidí darle una propina generosa para que se fuera y no preguntara más. Ahora si, estaba vacio.
Todos los rincones, todos los cajones y armarios, cada recoveco fue escudriñado con paciencia. Pero nada.
Todos los zócalos y las puertas. Las molduras y los rieles. Los taparollos, los marcos y hasta las rejillas.
Me agoto aquella búsqueda, pero era necesaria. Inevitable.
Las obligaciones pasaron a un segundo plano. Durante un día y medio solo revise. El portero, en un tono inquisidor, pregunto varias veces por la pintura, para ver si hacia una changa. Debí esquivarlo aduciendo excusas inauditas y rápidamente retornaba a mi búsqueda. Con linternas, trapos, herramientas desarmé y revise todo, absolutamente todo.
Pero nada. No había grillos en mi casa

lunes, 5 de julio de 2010

El Grillo 08

Todo a su sitio
Recuerdo darme por vencido a eso de las seis de la tarde. Hacia calor, bastante. Sin embargo aquella noche dormí placenteramente. Trece horas de corrido.
Me levante con una parsimonia que hacia tiempo le envidiaba a algunos perros. Lentamente me dirigí a la cocina. Prendí el fuego. Algo me hizo apagarlo en forma casi inmediata. Me había parecido escuchar algo que resonaba en el apartamento, aun vacío. Me quede quieto, por un minuto. No había ruidos adentro, sin embargo me había parecido escuchar algo después de encender el fuego de la segunda hornalla. Pudo ser una frenada en la avenida, pensé para no alarmarme.
Después de saborear unos mates, comencé con la labor que sabia me esperaba. Tapar, atornillar, rearmar, devolver todo a su sitio.
Recordé a Víctor, y a su labor inconclusa. Todo debía volver a su lugar, como estaba antes. Siempre recuerdo con tristeza a Víctor. Tal vez por eso la tristeza comenzó a invadirme en esa antibusqueda, en ese ordenamiento tan absurdo que emprendemos a veces. Lo cierto es que en algún rincón había quedado olvidado. No sabia en cual, pero estaba, de seguro que estaba.
Reordenar puede haber sido una forma de reencontrarlo, de terminar su labor

jueves, 1 de julio de 2010

El Grillo 09

Victor
Víctor vivió siempre enfrascado, como con miedo, y ese era el rasgo que más desdeñaba de él. Mientras ordenaba me distraje recordándolo.
No era fácil para mí. Coloque todo en su sitio y me senté asaltado por el recuerdo. Todo era tan impreciso. Temía recordar a un Víctor que no era, que nunca había sido.
Sobrevinieron imágenes, escuchas, melodías. De otro tiempo vinieron a mí aromas, sensaciones 3D, como una suerte de alucinación no inducida, espontánea.
Por unos minutos, el espíritu de Víctor pareció estar de vuelta. Me di cuenta de que no había vuelto a nombrarlo desde entonces, como a esos cuentos a los que no se les recuerda final. En cierto modo así era, Víctor era una historia sin fin para mí. Hoy sé que como todo, debió concluir. En algún lapso irreconocible desapareció, o mejor dicho, se transformo en algo diferente. No sabría especificar bien cuando, pero el recuerdo me indica que fue después del evento del grillo. Estaba y no estaba. Entraba y salía.
Algo había cambiado en mi y sé que tenia que ver con el grillo o con su chillido agudo que no me dejaba descaso, aun después de su muerte bajo el bastón. Por un instante sentí que Víctor iba a dejar de ser un problema para mí y la solución estaba a mi alcance.
¿Por que será que pasado cierto tiempo uno exige menos?
Se olvida, acaso. Reniega compromisos.
Víctor hubiera estado en desacuerdo.

martes, 29 de junio de 2010

El Grillo 10

El encierro
Imagino lo que hubiera pasado sin mi encierro. Mi opción fue inteligente. ¿Para que salir? ¿Para que ir a la montaña? Si todo estaba allí, adentro mío.
El grillo, de algún modo, había logrado despertarme. De toda la pesadilla, de la muerte y del balcón, del idilio que tuve por ella. Por fin.
Imaginaba que algún día me la cruzaría por la calle. Quizá sonreiría y me recordaría en algo a Víctor, o quizá no. Quizá ella también lo hubiera olvidado, aunque no creo. Claro que este encuentro nunca pudo darse tras mi encierro.
Hoy supongo que estará lejos, seguramente casada, pero eso no importa. Lo importante fue olvidar a Víctor y a su macabro juego de encuentros y rodeos. No verlo mas en plazas y esquinas ni oír resonar su risa imaginada en otros. Mi imaginación llegaba lejos en mis salidas previas al encierro, así que no estuve errado al dejarme atrapar. Es mas sano el encierro, que una libertad tan caótica que me guía al delirio y al crimen. Por otra parte, es más apacible. Mi celda no tiene recuerdos. Mi antiguo hogar, en cambio, esta plagado y de seguro en su vacío solitarios resuenan cientos de grillos que hoy deben de habitarlo. Mi salida no les impide el canto, ni la usurpación que ya había perpetrado aquel grillo mártir. Y su canto aislado aun puede oírse desde aquí lejos, con cada recuerdo que intento borrar en el papel. Porque el papel lo aguanta todo y yo ya no puedo callar.
Muchos años llevo adentro. Me envían todo lo necesario. Podría decirse que estoy bien atendido. Yo recibo. Ellos firman. Niego o asiento, da lo mismo, igual no puedo salir. Creo que al final ha sido muy provechoso el encierro, que intento perfeccionar con este pilón escrito a medias. Al menos parece que logre olvidar a Víctor casi por completo; salirme de su obsesión, pero no del todo, porque debía narrarla.
Víctor no ocupó mi cabeza en estos años, tampoco ella, ni aquel encuentro casual en la plaza. Fue mas bien el detonante de todo lo que me condujo a este encierro, el que me mantuvo pensando y pensando todos estos años. El grillo. Si, él fue mi única compañía en esta soledad del encierro. Con el se hicieron más breves (y más desesperantes) los días y las horas. Ahuyentar ese chillido de mi cabeza fue costoso, pero necesario para comenzar a escribir esta historia. Desde otro cuarto, con otros olores y otra vista diferente, todo se percibe en forma diferente.

domingo, 27 de junio de 2010

El Grillo 11

La accion y su eleccion
Lo prohibido. Sé que el tema de mi vida anterior al grillo era este.
Durante estos últimos años de encierro ha sido otro: la acción y su elección.
Hoy desde otro puesto, vuelvo a reflexionar, ya sin la presión del grillo, sobre ambos; y conformo un tema nuevo, que me dirige mas claramente hacia lo que espero encontrar: las elecciones prohibidas.
Revise toda mi vida, desde chico. Reconocí una suerte de pasión por lo prohibido, mas aun por las elecciones que no podía realizar, las que estaban vedadas. Siempre sentí una atracción especial por el peligroso camino de las elecciones prohibidas. El gusto de la adrenalina me confirma que lo prohibido es esencia pura y tiene un gusto diferente al resto de las cosas que hacemos.
Sabemos que elegir da libertad, pero elegir lo prohibido es diferente: una libertad animal, más instintiva si se quiere. Y siempre me sentí atraído por esa libertad sin limites, ese ser que desde adentro nos empuja hacia lo que no se puede. O mejor dicho hacia lo que no se debe, ya que lo que no se puede es por definición, imposible. Sin embargo, muchas veces escuchamos que tal o cual cosa no se puede, cuando sabemos perfectamente que nada nos impide hacerla. La imposibilidad solo radica en algún imperativo de tipo moral, que no es otra cosa que un fantasma, un producto ilusorio de nuestras mentes hechas de conveniencia y autoengaño.

domingo, 20 de junio de 2010

El Grillo 12

De chico
Era callado. Solitario.
Y tenia un rasgo detestable: le caía bien a la gente.
Como alguna vez dijo mi madre: “ es imposible enojarse con él”. Claro que esto era mentira, ya que todos se enojaban conmigo alguna vez. Como cuando traje dos manzanas podridas del mercado, cuando perdí el dinero que llevaba para pagar una cuota, cuando rompí el tocadiscos (aunque haya sido con una buena intención). Pero no fue en vano, ya que todos esos enojos quedaron bien registrados. Hoy guardo muy bien el dinero. Pienso que los escondites son mucho mejores que los bancos y sus cajas de seguridad para guardar el dinero, y cuanto más obvios mejor. Además me fijo muy bien, antes de comprar manzanas o cualquier otra fruta, que no tengan ningún rasgo de putrefacción mediata. El tocadiscos aun se conserva sin reparar.
Es cierto que aprendí mucho de chico, pero si no aprendí mas fue por esa maldita simpatía no premeditada que aprendí a sostener, pese a mis falencias de carácter.
La mayor parte del tiempo estaba solo. No recuerdo bien que hacia. Creo que pensaba... si, pensaba mucho, de una forma que otros gustan llamar ensueño. Quizá la mejor forma de vida, el autoengaño mas dulce.
Los años de inocencia no son tales. En realidad solo son años en los que el ensueño todavía esta a nuestro alcance. Esta capacidad de ensoñar, es una de las tantas cosas que uno deja sin saber bien porque. Así sucedió conmigo.
No sé en que momento deje de ser chico y comencé a ser grande, pero sé que no tuvo que ver con la edad, sino con la circunstancia. Porque creo que no hay edades para madurar. Mucho menos para olvidarse del más maravilloso don que poseemos: el sueño en vida.
Por esos años fui armando historias que nunca redacte. Imaginándome reinos y tierras que no existen. Ideando planes imposibles. Así fue mi niñez. Con una soledad tan rica que aun hoy desde esta celda añoro. Porque era una soledad distinta. No era una de cuarto vacío, de una cama sola y un plato en la cocina. Era, mas bien, una soledad de aventura, superior a todo el resto. Una soledad que compartía con mi mismo en la cotidianeidad de la vida de otros.
Recuerdos tengo muchos, casi todos lindos: música, siempre música; los pies sobre la mesa; el whisky de mi padre y el silencio mas lindo que haya oído. Dos ojos entre tristes y comprensivos, que no podían tener la maravilla que yo nunca fui. Ahora lo pienso, el silencio fue un rasgo central de mi niñez, que aun hoy me domina. Porque es verdad que puedo hablar cuando quiero (y de hecho puedo hacerlo en forma bastante agradable), pero soy un tipo mas bien callado.
Debo admitir que crecer no fue fácil para mí. Quizá para nadie lo sea, pero tampoco podría decir que fue difícil. Decirlo seria un insulto para quienes, con infancias traumáticas, aun subsisten. Siento que crecer fue un trance, un recorrido hasta mi ser actual. Era entonces, en potencia, lo que hoy soy en actos.
El idealismo era ensueño.
La tolerancia era respeto, aunque no tanto.
El libertario era entonces un rebelde silencioso, de incógnito. Un rebelde con ejercito propio, con armas letales y un comando sin fronteras.

martes, 15 de junio de 2010

El Grillo 13

El rebelde silencioso
El Comando Abuelo Negro fue formado en 1989. El rebelde era su jefe, fundador y único soldado. Su primera medida fue declararse en rebeldía ética. Nada estaría mal visto dentro del Comando, porque no podía haber reglas, ni sublevaciones ni juegos de poder, sin un ejercito numeroso y estable.
El Comando, de raíz libertaria, dio comienzo a sus actividades en un muy ámbito privado: dentro del propio ser. Puesta en marcha la revuelta, ya no hubo vuelta atrás. Abuelo Negro, en esencia anarquista, contaba con una metodología básicamente incendiaria. Brindo importantes aportes al arte callejero de protesta y al escándalo barrial de aquel tiempo, operando a lo largo de toda una década. Se dice que no sirvió de mucho el adoctrinamiento y la tortura, ya que Abuelo Negro debió disolverse por causas que no van a explicitarse. Pero al menos hoy se sabe que tuvo un propósito, porque sirvió como preparativo y como causa.
Sublevación ética, revolución sexual, apatía política y descreimiento generalizado eran los ideales del Comando, que aun hoy creo conservar con el mismo espíritu. Aquello no fue en vano. Nada lo es si uno se detiene a meditarlo.
Recuerdo con especial claridad una tarde de verano. El Comando operaba por entonces en baños públicos, realizando pintadas anarquistas y marcas de fuego en las puertas de acceso a los lavabos. Lo recuerdo muy bien. Me encontraba en plena operación cuando entro un joven al baño. Me paralizo su mirada, tan limpia y atemorizante. Fue como una puñalada, que aun hoy llevo.
De esta forma conocí a Víctor y más tarde, por medio suyo, a ella.
Mi parálisis duro dos segundos, y cuando intentaba retirarme cruzo la pregunta:
-¿Por que escribís?
-No te importa- conteste velozmente intentando una huida casi infantil.
Sin dudarlo, me volteo de un puñetazo. Ni bien pude incorporarme, me hizo notar que esa no era forma de contestar a una pregunta amable, y sonrío extendiendo su mano.
Así era Víctor, ambiguo. Cálido y tenebroso. Sutil y desenfrenado. Valiente e inseguro. Incomprensible para mis sentidos.
Así fue siempre... hasta el fin.

lunes, 14 de junio de 2010

El Grillo 14

Su numero
Por dos meses no volví a verlo. Una tarde de Marzo, antes del comienzo de clases lo cruzé por la avenida. Iba con una chica más joven que el de la mano. Era ella. Lo mire, pero pareció no reconocerme. Yo en cambio no podía olvidarlo: su rostro agudo, su mirada penetrante y su ambigüedad que lindaba con la incoherencia absoluta. Fuí por la misma vereda preguntándome como seria ser inolvidable. Dos cuadras mas adelante me tocaron el hombro por detrás. Dos cuadras... cuanto espacio.
-¡Sos vos!- me dijo Víctor sonriendo.
Unos metros mas atrás ella avanzaba tímidamente.
Víctor me preguntó si el Comando seguía haciendo pintadas, a lo que asentí con la cabeza.
-Excelente, tengo planes- dijo mientras me entregaba un papel.
-Llamame, a la noche.
Evidentemente era su numero.

domingo, 13 de junio de 2010

El Grillo 15

El plan
Toda esa tarde me quede pensando en el plan de Víctor. ¿Que seria? ¿Se trataría acaso de una revuelta mayor? Pero... por qué me había preguntado por las pintadas. Tal vez me precisaba para algún tipo de campaña. Pero... campaña de que.
Víctor no sabia que el Comando Abuelo Negro estaba integrado únicamente por mi persona. Tal vez creyera que se trataba de una organización masiva y, posiblemente mis años de trabajo y mis kilómetros pintados le hubieran hecho creer que éramos cientos de rebeldes silenciosos.
Por otro lado, debía resolver a que hora de la noche era propicio hacer el llamado. No sabría que decirle, si apenas lo había cruzado un par de veces en circunstancias fortuitas (o no tanto). Pense en no llamarlo... pero que ocurriría si volviera a encontrarlo casualmente o si me buscara hasta encontrarme. Probablemente volvería a darme otro puñetazo o quien sabe, me miraría con esos ojos duros y enigmáticos hasta hacerme llorar.
Lo resolví: seria mejor llamarlo. A las diez. Una hora justa y prudente.
Aguarde nervioso. Las horas frente al teléfono se hicieron largas, pero más largas fueron las concatenaciones de frases usuales y palabras útiles que mi mente sugería para iniciar la conversación. Finalmente, a las diez menos cinco, opte por la siguiente: “Buenas noches, se encontraría Víctor, por favor...” Era amable, sin excesos ni frialdad. No podía fallar.
Diez en punto hice el llamado. Del otro lado, una voz femenina contesto. Supuse que era ella y repetí la frase que había escogido.
-Víctor no esta, pero llegara pronto. ¿Quién le habla?
Me costo responder.
-Soy... un amigo. Después lo llamo- y corte abruptamente, como con miedo de que alguien descubriera el plan... ¿pero que plan? No lo sabia, pero tenia la certeza de que ese plan existía y de que Víctor me lo confiaría en cuanto lo volviera a llamar.
Diez y media sonó el teléfono. Cuando atendí, no podía creerlo, era la voz de Víctor. ¿Cómo sabía mi numero si yo no se lo había dado? Aun hoy no se como fue que hizo para llamarme.
-Me dijo mi mujer que llamaste- (pero como sabia ella quien era)
-Me alegró que tuvieras en cuenta mi propuesta.
Balbucee alguna respuesta azorado por la sorpresa del llamado.
No recuerdo bien los diálogos que mantuvimos, pero si el final de aquella charla:
-Nos veremos. No te vas a arrepentir de haber llamado.
Quizá esa haya sido la única frase errada que yo haya oído de labios de Víctor, aunque tal vez no fue un error sino una forma de convencerme.
El Comando, capaz pero sin proyección, hallo en Víctor una fuerza para darle impulso; mas razón de ser. En un primer momento no logre comprender el plan, pero no me importo, porque era mejor tener un plan que no tener nada. Además, sabia que este seria el comienzo de una nueva etapa.
Y tuve razón... bastante.

lunes, 7 de junio de 2010

El Grillo 16

Nadie es víctima de su destino
Al día siguiente me encontré con Víctor por la mañana. Habían pasado menos de doce horas desde nuestra charla (o debería decir su monologo) en el teléfono. Y allí estabamos, frente a frente a frente. Yo con su mirada clavada, como aquel día de verano en el baño; intimidado, tal vez, por su presencia. Víctor comenzó a hablar. En unos quince minutos pudo exponer la fase inicial de su plan, la única que yo sabría y la única para la cual iba a necesitarme, según dijo aquel día. Siempre me pregunte porque tuvo que aclarar de antemano que mi servicio a su causa seria solo temporal y limitado, pero no recuerdo habérselo preguntado.
Años mas tarde me di cuenta de que sencillamente no había otra etapa. Su plan concluía en la fase uno, con mi actuación inútil y punto. Creo que invento la existencia de otras etapas para no otorgarme poder en la decisión. Si así fue, hizo bien, porque de haber sabido que el plan contaba con solo una etapa, no hubiera accedido a los requerimientos de Víctor. Recuerdo que en esos tiempos, de planes y de practicas, soñaba con las etapas futuras aunque nunca me haya atrevido a preguntar sobre ellas.
Creo que no fui enteramente una víctima. Nadie es víctima de su destino. Acaso Víctor fue solo un medio de algo más grande e incomprensible; una forma de llegar a ella. ¿Y ella? No sé, tal vez haya sido otro medio; un camino mas seguro para llegar a la locura; para oír al grillo adentro una vez ya muerto; para encerrarme y no volver hasta esta pagina; para salir y descubrirme tal como soy o como siempre quise y nunca pude.

domingo, 30 de mayo de 2010

El Grillo 17

La ultima pintada
Me cansé. Pensar en Víctor es extenuante para mí. Trae recuerdos poco gratos para mí, de ilusiones perdidas, de una época más feliz y, tal vez, mas libre. Si, era mas libre por entonces. Aunque viviera en familia, respetando las reglas las normas y simulando ser simpático. Tenia una apertura mental que los años me quitaron.
Antes, todo estaba bien, nadie era enjuiciable ante mis ojos. Pensaba que cada cual debía llevar su vida según más le convenía. Por eso pintaba ANARQUIA en los baños de los bares y del colegio. Tales incursiones del Comando seguían fielmente las directivas de su líder: mi subconsciente abrumado. Entonces era más ingenuo, más crédulo y menos repugnante de lo que soy hoy.
Recuerdo que la ultima pintada trajo gran revuelo al barrio. En un terraplén, a la vuelta de mi casa, pinte con letras negras:

LA IGLESIA AYUDO A LOS NAZIS
LOS NAZIS MATARON A SEIS MILLONES DE JUDIOS
LOS JUDIOS NO EVITARON LA MUERTE DE JESÚS
PREFIRIERON A BARRABAS
LA HISTORIA NO CONTESTA CON METÁFORAS
CONTESTA CON MUERTE

Que revuelo inútil. Que poco creía en esas palabras totalmente absurdas que tanto escándalo trajeron. El Comando festejo extasiado. Las vecinas, en cambio, se reunieron para vigilar el vecindario de la amenaza inmoral. El poder de la palabra es inconmensurable. En adelante, no pinté más.

martes, 30 de marzo de 2010

El Grillo 18

Nueve y veinte
Nos encontramos nueve y veinte. El plan me seria develado mientras fuera transcurriendo, y en la medida que fuera necesario. En cada paso se me fue informando sobre mis tareas asignadas. Solo éramos Víctor y yo. Supuse que esperábamos a alguien más. Le pregunte al respecto y contesto simplemente que no, que no hacia falta más gente para lo que íbamos a hacer. No sabia que me esperaba, y esto me ponía bastante nervioso. Tan solo llevaba mi aerosol negro en la mochila, tal como Víctor me había instruido.
Caminamos por la avenida mas de diez cuadras hasta que Víctor se detuvo frente a un banco.
-Es acá- dijo.
-Acá, que...
-Entremos, vos seguíme- completo sin contestarme.
No sabia de que se trataba, pero lo seguí.
Víctor se paro en medio del salón y me miro sonriendo. Entonces saco un arma de su bolsillo y disparando al techo grito bien fuerte:
-¡TODOS QUIETOS, ESTO ES UN ASALTO!

Al día siguiente me levante con cansancio. Serian las dos de la tarde.
Había corrido mucho. Eso sí, estaba sano, ni un rasguño. Todo aparecía borroso en mi mente y los eventos del día anterior se entremezclaban y parecían parte de un sueño incomprensible del cual no lograba despertar. Recordaba disparos, vidrios rotos y horas al trote. Un profundo horror me invadió entonces al sentir la traición en carne. Y el recuerdo, repentinamente se volvió en mi contra.
No sabia que hacer. En aquel momento solo una cosa ocupaba mi cabeza:
Ella debía estar esperando.
Alguien debía haberla llamado ya para avisarle... ¿pero quien?
Al fin, tome coraje y me decidí a llamar al numero que me había dado Víctor. Saque el papel, que aun conservaba en mi bolsillo, y disqué. Su voz atendió del otro lado. Se le oía preocupada.
-La señora de Víctor... - fue lo primero que se ocurrió, ya que esta vez no había frase preparada y no sabia como llamarla.
-Sí, soy yo- contesto presurosa.
Le dije quien era y con la mayor calma posible comencé a explicarle que algo no había salido bien y que debía saber que Víctor no volvería a su casa por un tiempo. Su voz, se torno más temblorosa.
-Pero... ¿qué paso?- preguntó ella, con la poca prisa que se tiene para ir a un velorio.
No supe que decir: la verdad, como tantas otras veces, no era propicia.
-Usted no se preocupe. Yo le aviso cualquier novedad- y corte abruptamente la comunicación.

miércoles, 24 de marzo de 2010

El Grillo 19

Sola
Imagino su desesperación en el silencio de una casa sola, vacía sin Víctor, y ella tan joven e indefensa. Quizá no estuvo bien lo que hice... no, no estuvo nada bien... pero, alguien tenia que avisarle. Avisarle que, si no le había dicho nada.
Un remordimiento aun mayor toco mi frente. No podía dejarla así. Volví a llamar.
-Señora, soy yo, otra vez.
-Ah, si... - contesto como si hubiera estado esperando mi llamado.
-Tengo que hablar con usted.
-Sí, claro...
-Pero, personalmente.
-Bueno.
A todo contestaba atónita, como un artista con fraseo limitado. Le pedí su dirección. A pesar de que no era cerca, decidí ir caminando, para despejarme.
Como decirle...
La traición no era lo que me mas me preocupaba, sino el anuncio, la noticia ignorada. Tal vez ya se había enterado por algún otro medio, lo cual me aliviaría la tarea. Pero si sabia... ¿por qué se quedo atónita cuando la llame por segunda vez? Pudo haberse guardado lo que sabia para poder cobrar venganza en nombre de su querido Víctor. Pero no parecía violenta, ni tenia aspecto de una mujer maquiavélica y fabuladora... seguramente no sabia nada. Pobrecita, tan sola, tan joven. Pense en hacerle compañía mientras fuera necesario, aunque no considere que tal vez deseara estar sola.
Seguramente estaba acostumbrada a Víctor, tal vez enamorada de él.
Acostumbrada, enamorada. No supe distinguirlo en los meses que siguieron.

Llegue a la puerta indicada. Parecía pequeña la casa, pero digna. Por un minuto permanecí inmóvil ante el timbre y cuando logre decidirme, me abrió de golpe antes de que pudiera alcanzar el botón del timbre.
-¿Porque no tocaba?-
Era curioso que nos tratáramos de usted, ya que según mis cálculos debíamos tener una edad similar.
-Perdón, estaba verificando que fuera esta la casa- me excuse de modo infantil.
Me invito a pasar. Nos sentamos en unos sillones viejos que estaban cerca de la entrada. La casa se veía bastante revuelta. Mas que mi cuarto, mas que mi mente, si es que eso era posible.
Permanecimos en silencio, ninguno de los dos quería comenzar. Ella por no saber y yo por no contarle. El silencio se torno insoportable.
-Bueno, señora yo...
-Marina, me llamo Marina.
-Está bien, Marina, yo quise venir a contarle... lo que paso.
Pero, que había pasado... Ni yo mismo lo recordaba bien. Los ojos de la pobre chica se agrandaron como si aguardaran una revelación misteriosa, pero yo solo podía referirle los hechos de un pasado reciente, que nos marcarían para siempre.
Instantes, de esos que te cambian, hay pocos. El asalto fue uno de ellos, tanto para ella como para mí.
Mas adelante supe que Víctor lo tenia todo planeado desde mucho tiempo antes. Marina lo había oído mascullando ideas, que nunca le eran develadas por completo. Pero todo estaba en un cuaderno. El viejo cuaderno naranja, bajo llave en el escritorio de Víctor. Una semana después de mi visita a la casa decidimos abrirlo. Marina sabia donde Víctor guardaba la llave, pero nunca se había atrevido a usarla. Según me dijo su miedo superaba a la curiosidad. Pero ya no había porque temer...
Con la lectura ardua de las anotaciones jeroglíficas de Víctor, pudimos develar muchos misterios acerca de su autor, del verdadero plan, de sus obsesiones y secretos recónditos. Descifrar su letra nos llevo un buen tiempo. Era pequeña, retorcida y llena de símbolos, para abreviar.
Todo lo había planeado, hasta el ultimo detalle. En su cuaderno estaba todo previsto... todo menos su fin, que nos empujo a descifrar los códigos del cuaderno. Si todo lo planeado hubiera salido bien, el cuaderno no hubiera sido leído nunca. Tal vez era parte del plan...
Nuestros encuentros fueron diluyendo el dolor, y aunque Víctor ya no estaba, pude arrancarle en contadas ocasiones una de esas sonrisas que iluminan el ambiente y llenan de frescura a la persona que las porta. También se diluía la culpa, sobretodo la mía. Me pregunto porque habré sentido tanta culpa, si el desarrollo de los hechos me fue ajeno (eso lo sé con certeza) y además no había sido mi plan sino el del propio damnificado. Pero esto no podía calmarme, ni aliviarme de mi culpa. Para eso estaba ella.

Los encuentros, cada vez menos esporádicos, fueron transformándose en una necesidad para mí.
La primera semana fui dos veces.
La segunda tres.
La cuarta cuatro y la quinta todos los días.
En adelante no podía pasar un día sin ir a verla.
Casi siempre los encuentros eran a las seis (cuando ella salía de trabajar) y se prolongaban hasta bien entrada la noche. Habían pasado ya dos meses cuando me di cuenta de esta necesidad enfermiza de verla; de la excusa de la muerte y de mi escozor ante la idea del desnudo.
No había pasado nada entre ella y yo, ni siquiera nos tuteábamos, pero dentro mío había algo. Algo había cambiado en mi interior y no se como expresarlo en una hoja, ni en mil, ni en una montaña surcada por ríos de color azul.
Nunca supe que le pasaba a ella. Solo vislumbre su tristeza, y por allí pude adentrarme. La grieta del pasado me cedió el paso y yo me instale cómodamente, como esos huéspedes que uno no espera pero terminan haciéndose necesarios y agradables. En su interior cómodamente instalado, pude conocerla, saberla bien o eso creí por entonces.
Supe con los días que era de la provincia, que había llegado a los catorce para trabajar en una casa bien. Supe también de su pasado familiar, y hasta llegue a conocer a una prima que la visito en una ocasión.
Me parecía extraño que nunca hubiera tenido contacto con su familia durante el tiempo que la visite. Estaba tan apartada que en cierto modo, se asemejaba a mí, al menos en esto. Del campo hablaba poco. Mas hablo de Víctor y de su relación con él. Lo había conocido a los dieciséis, en una plaza cerca de donde trabajaba por entonces. Me contó varias veces que el día que conoció a Víctor fue bastante particular, climatológicamente hablando; “el sol rajaba la tierra y en diez minutos... paf, se cayo el cielo”. Y Víctor supo estar.
La debe haber visto mojada, debajo de un árbol y servicial se habrá acercado para ofrecerle un abrigo o un paraguas para que se cubriera. En adelante se vieron todos los días en el parque, según dijo ella, y el resto es historia reciente.
Cuando escuchaba su voz, se la oía embobada con “los días del parque”. Víctor también supo entrar, pero por otra grieta.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El Grillo 20

El sustituto perfecto :
En alguna medida, yo era un sustituto perfecto, natural. Adecuado a su necesidad: callado, protector, comprensivo. Así debo haber sido. Así intentaba ser, al menos. Pero no era. No podía ser, ya que no había conocido a Víctor lo suficiente. En realidad sentía como si lo hubiera conocido en profundidad, pero esta ilusión era producto de mis charlas con ella, en las que pude ver a Víctor endiosado, un ídolo hecho carne para una chica de provincia.
De seguro Víctor no era exactamente así. Callado, se habrá guardado los insultos. Protector, habrá soportado sus caprichos y comprensivo, habrá escuchado una y otra vez sus relatos provincianos. Pero nada habría de importarle, porque ella era tan linda que a nadie le importaba. A mí tampoco, y en cierto modo, yo debía ser como Víctor, capaz de soportarlo todo por hacer más llevadera esta soledad incurable; todo por estar cerca.
Por eso era un sustituto perfecto. Estaba ya entregado.

martes, 16 de marzo de 2010

El Grillo 21

Una noche de esas :
Una noche de esas soñé con Víctor. Fue la segunda noche que me quede a dormir en su casa... en la de ellos en realidad. Solo soñé que me miraba, con esa mirada penetrante con la que me marco el primer día, en el baño. Habrán sido unos segundos de sueño, pero parecieron durar toda la noche.
Desperté todo sudado, de sobresalto. A mi lado estaba ella. Se veía tan linda... entonces me di cuenta de que nunca la había visto dormir. Sin duda confirmaba que las personas no pueden ser más bellas que cuando duermen. Emanaba un halo indescriptible. Debían ser las seis o siete y me quede mirándola hasta que entro el sol por la ventana y se me hizo imposible distinguir entre su luz y la que entraba por la ventana.
Varias veces estuve a punto de tocarla, pero recordaba la mirada de Víctor en el sueño, y me dolía.
Pobre Víctor... ¿por qué no pude conocerlo mas? Me hubiera podido contar cosas de ella que aun no sé.
Pobre de mí... por que no pude conocerla antes que Víctor, cometer una locura y morir.
Sin duda fue una locura. Al escribir esto ultimo, me di cuenta de que Víctor tenia un plan consciente de autodestrucción; un plan que transformara su amor en un proyecto eterno. Por supuesto... que más eterno que la muerte. Víctor lo entendió, y me coloco en su engranaje para accionar el gatillo. De esta forma, él seria un héroe... y ella lo amaría por siempre.

A pesar de todo, fue agradable sostener mi doble personalidad. Aun hoy me tiembla el pecho cuando lo recuerdo. Con cuanto desinterés fingido iba cada noche a su casa y cuan poco (creo) debía sospechar de mis razones.
Como todo idilio, las visitas llegaron a su fin. Ese verano ella partió hacia su pueblo (nunca me dijo bien cual era, yo tampoco pregunte). Supuestamente volvería quince días mas tarde. Recuerdo que los primeros días iba de todos modos hasta su casa y me quedaba allí sentado en la puerta por un par de horas, para matar la espera nomás. En ocasiones, me animaba a tocar el timbre, que invadía las habitaciones vacías, sin ella y sin su luz. Que inútil. Sabia que no había nadie, pero de todas formas tocaba con la esperanza de que ya hubiera vuelto y me estuviera esperando con los brazos abiertos. Pero no sucedió como en las novelas color de rosa, en las que sucede lo que uno espera por más imposible que parezca.
Seguí yendo muchas veces, no recuerdo cuantas. A veces, solo me paraba frente a la casa y miraba las ventanas. Otras, me sentaba por horas en el primer escalón de la entrada.
Paso mucho tiempo. Mas de quince días seguro. Aunque perdí la cuenta, podría asegurar que había pasado ya un mes desde su partida. Con despecho, me dirigí esa ultima noche contra la puerta. La patee, toque el timbre y volví a patearla. Silencio, nadie podía contestarme. La casa estaba vacía.
Entonces, un sudor helado entro por mi espalda. Quizá ella pudiera estar adentro sin contestar. Es mas, pudiera ser que nunca se hubiera ido, y su pueblo podría no existir o no importarle. Con ira comencé a golpear fuertemente la puerta y a gritar con desenfreno. Algunos vecinos se alertaron, creyendo que estaba loco y que ya me iría cuando se me pasara el ataque. Pero no iba a hacerlo porque ya no tenia dudas: ella estaba ahí dentro. Seguramente temblequeaba con mis golpes. Hoy pienso que fue mejor que no me haya abierto (no sé que hubiera hecho).
Cuando mi alteración cesaba ya, se acerco un vigilante para averiguar que estaba pasando. Al principio, quiso que lo acompañara al destacamento, pero al verme sosegado, juzgo adecuadamente que podía dejarme ir. Probablemente fue el destino que quiso demorar un poco mi primera internación, ya que no sé que explicaciones hubiera podido darle a los oficiales respecto de mi situación. Seguramente hubiera ido a parar donde tuve que caer tras mi confianza en el juez, tras los eventos de la biblioteca, porque es así, estas historias nunca se creen.
Camine el trayecto de vuelta a casa con una idea fija en mi cabeza: el amor es brujo y dañino.
Pense que lo mejor seria no volver... nunca más. ¿Y si me llamaba? ¿Que haría entonces? Nunca lo supe, ya que no llamo, ni mando carta ni nada. Simplemente desapareció en su encierro. Pobrecita... otra víctima de Víctor.
No sé dónde ha de estar mientras escribo, pero de seguro es feliz, en su burbuja. Entonces otra vez, pienso que el amor es brujo y, en ocasiones, dañino.

lunes, 15 de marzo de 2010

El Grillo 22

Amor y libertad:
Durante el periodo que sobrevino luego, sostuve largos y variados debates-charla en bares, plazas, colectivos, estaciones de tren, terminales, ministerios, galerías y otros recintos de publico acceso.
Las palabras cambiaban según los interlocutores, pero algo permanecía invariable: mi obsesión, tema central que podría plantearse de la siguiente manera: como es que pueden ser compatibles el amor y la libertad.
En general no se comprendían plenamente mis palabras, pero siempre cada interlocutor aportaba algo a mis ideas y experiencias. Era particularmente interesante para mí, la visión que las mujeres tenían acerca del tema, sobretodo la de las mujeres mayores, cuya experiencia y desvergüenza, me ponían en constante revuelo. Recuerdo con especial detalle una charla que sostuve con una señora que paseaba a su perrito. Yo estaba sentado en un banco de una plaza del centro cuando ella se arrimo para descansar y vigilar a su perrito desde esa posición. La salude con un buen día, si bien ya habían pasado las doce, y ella contesto amablemente. No necesite iniciar la charla esa vez. La señora comenzó a contarme todo acerca de su relación con el perro y el relato historiado se prolongo por casi dos horas, interrumpiéndose únicamente por el alejamiento excesivo del Perrito y el sutil llamado de la señora “para que no se pierda”. La escuche atentamente hasta que se fue por el mismo sendero por el que había llegado menos de dos horas antes. Me quede sentado un largo rato en el banco, pasmado por la sencillez con la que la señora lo había expuesto.
El amor no era mas que eso: necesidad y entrega.
Necesidad de tener a alguien y entrega incondicional, a cambio de gestos y palabras que nos confirman la reciprocidad, aunque sea ficticia, de nuestra necesidad y de nuestro espanto ante la soledad. Es en sí un intercambio, esencialmente injusto, pero necesario.
Pense en mi pasado aquella noche y me avergoncé de mí mismo, por no haber sabido o por no haber tenido el coraje suficiente. La señora lo había dicho claramente: necesidad y entrega. Ambas tuve, pero no en cuantía suficiente.

domingo, 14 de marzo de 2010

El Grillo 23

Mujeres puras:
Habiendo descubierto el carácter del amor, me sentía urgido, con ansias de determinarme para el cambio. Y así lo hice, con costo, pero lo hice.
Hoy creo que mejor hubiera sido nunca descubrir lo que es el amor, aunque debo aceptar que una vida de engaño puede ser feliz, pero irreal.
Me llevo unos días decidirme, debido a que podía imaginarme cientos de situaciones en las que chocaría mi voluntad con mis necesidades, pero finalmente pude hacerlo; vencería la voluntad (al menos por un tiempo). La experiencia fue mi guía: en adelante no tuve mas contacto con mujeres, salvando las situaciones especiales en las que me era inevitable tenerlo (por ejemplo en las ventanillas del subte). Procuraba no dialogar con mujeres, fueran de la edad que fueran. Mi personalidad se volvió altamente misógina en ese tiempo. Todo en ellas me repugnaba: sus arreglos, sus voces, sus modos y costumbres. Esta lejanía cotidiana, las hacia más atractivas y misteriosas, especialmente a las niñas. Muchas veces observaba con ternura y hasta añoranza a las niñas jugar. Mientras lo hacia, se me ocurría pensar como un ser tan puro y bello podía transformarse con el transcurso del tiempo en una criatura tan abominable como una señora. Por un tiempo, pude comprobarlo, las niñas conservan la poca pureza que hay en este mundo.
Se me ocurre... ¿no existirán niñas con cuerpo de mujer? O mejor, mujeres con alma de niñas. Pude observar que algunas mujeres conservan algunos rasgos de su niñez, pero pierden en general los más esenciales, los que hacen a su frontalidad y soltura. Buscaba en algún gesto un movimiento de niña, una señal. Que lindo hubiera sido ver a una ejecutiva haciendo piruetas en la estación, mientras esperaba el tren; a una doctora haciendo globos con un chicle; a una adolescente sin usar maquillaje.
Era inevitable, duro largo, pero algo debió explotar.
Fue un domingo. Eran las diez de la noche cuando surgió en mi la idea. Había solo dos lugares donde podía encontrar mujeres puras: en un convento o en un prostíbulo.

sábado, 13 de marzo de 2010

El Grillo 24

Luces rojas:
Salí por la avenida. Todavía chorreaba agua de mi pelo. Sentía, como cuando era chico, ese gusto a adrenalina. Me detuve en las primeras luces rojas. El gusto era mas fuerte y presente. Dude unos instantes, pero igual subí por unas escaleras interminables. No me detuve a descansar. Cuando llegue, agitado, no podía distinguir los objetos ni a las personas debido a la penumbra roja. Lentamente se acerco una señorita. Tuve miedo, hacia meses que no hablaba con una. Me saludo con un beso, y esto me endureció aun más. Solo atine a decir:
-¿Cómo te llamas?
Todavía recuerdo su nombre: Zelma.
Así perdí lo único de niño que aun conservaba. Fueron diez minutos, mágicos, desenfrenados, con un precio simbólico que demuestra una vez mas la inutilidad del dinero como medida de estado de animo o las sensaciones internas.
Perdí, así es. El deseo supero a la ficción de un amor imposible.

viernes, 12 de marzo de 2010

El Grillo 25

Desalojo:

Cuando llegue a mi casa tome todos los recuerdos de mi infancia y los arroje en un canasto grande. Cuentos, juegos, muñecos y otros signos de un pasar liviano. Me di cuenta de cuantas cosas tuve, y de cuan poco me sirvieron para afrontar el futuro. El camión de la basura ya había pasado, así que el canasto quedo en la puerta hasta la medianoche siguiente. Quizá le hayan servido mis recuerdos a algún chico, si es que algunos pudo verlos a través de las bolsas negras que se usan en los edificios de consorcio.
Al día siguiente mi casa parecía mas limpia, pero le faltaba algo, igual que a mí. Salí a dar un paseo para tratar de distraerme y cuando volví, dos horas mas tarde, todo seguía igual.
Definitivamente no me gustaba mi nueva casa, con un pasado mediato que no estaba dispuesto a afrontar. Así que comencé por apilar todo tipo de recuerdos, para arrojarlos esta vez antes de la media noche. Se iría todo: las fotos, las cartas, las revistas, los diarios viejos (tenía muchos, por cierto). Tuve que hacer dos viajes para desalojar al pasado de mi hogar. Cuando terminé, a eso de las once y media, caí extenuado sobre el sofá.
Ahora si, podría descansar en paz.
Hubo mas espacio para meditar entonces, sobre cuestiones importantes y no tanto. Pensé en escribir un libro sobre aquellas meditaciones, pero a quien iba a interesarle...
Hoy ya no me importa sino me gusta lo que escribo. En cambio, si me hubiera dedicado a escribir un libro en ese entonces, no me hubiera permitido ni siquiera una frase cuya redacción planteara dudas. Hubiera sido el libro perfecto. Un imposible.
Así fue que comencé a tomar notas. Para mí, nada mas que para mí. Para ello, utilice un cuaderno naranja que conservaba desde el secundario. Era interesante releer mis anotaciones cuasi jeroglíficas. Usaba flechas, abreviaciones, símbolos y cuadros. Muchos cuadros. Creo que ese cuaderno debe contener mas clasificaciones que las hechas por Lineo. De tipos humanos, de viajes, de comidas, de humores y costumbres, y tantas mas que no recuerdo, pero que por suerte guardo en aquel cuaderno. Sin embargo hay cosas que recuerdo perfectamente, como la primera página en la que había anotado:
LIBERTAD = AUTOGOBIERNO
(true or false?)

jueves, 11 de marzo de 2010

El Grillo 26

Cuadernos:
Mi cuaderno me acompañaba a todas partes, pues creía firmemente que la inspiración filosófica podía aparecer en cualquier momento. Y cuanta razón tuve en hacerlo... escribí poemas en subtes, teoremas en plazas y canciones en el baño. De todo en todas partes. Ese fue un período prolífico, y podría decir feliz. Crear definitivamente reconforta, no hay dudas; no existe creación sin tensión ni resolución sin conflicto.
En ese cuaderno, fui resolviéndome de a poco y aunque fuera una ficción, me sentía cada vez mas pleno. Pero como todo lo bueno, el cuaderno también tuvo su fin: la última hoja.
Una vez que llegue a ella, no sabia que hacer. Estuve días y días hasta animarme a completarla. Era como partir sin abrigo, sin querer hacerlo. Era como decir adiós sin haber llegado. Porque el cuaderno se quedo corto o mis conflictos eran demasiado largos. Y sobre esto escribí en esa ultima hoja.
Llegue a una conclusión en ella: no podía saber cual era la verdad, pero esta se vería develada de una forma sencilla. Mi próximo cuaderno sería más amplio, estaba decidido.
Tarde unos días en decidirme a comprarlo. Tenia miedo de hallarme frente a una hoja vacía sin saber hacerle frente, con mis dudas y complicaciones. A pesar de ello, no fue difícil la búsqueda. Lo difícil vino luego.
Esa primera hoja me aterraba, y nunca pude superarla. Las ideas fluían por mi mente, sin poder plasmarlas. Se había producido un quiebre: se había acabado mi cuaderno. Porque este azul, también me pertenecía, pero no era el otro, mi viejo cuaderno naranja.
El cuaderno azul conoció la ciudad. Lo pasee por plazas y jardines, pero nada me incito a escribirlo. Un día estuve seis horas sentado en una plaza con aquella hoja en blanco frente a mí. Una sola palabra basto: MIERDA.
Habiendo ocupado la primera hoja creí que mi tarea se vería facilitada, pero no fue así; ese cuaderno quería morir virgen y yo no podía ir en su contra. Quizá mi pulso estaba cansado de mis idas y vueltas, de mis indefiniciones, de tanto lamento sin culpa.
Decidí abandonar el cuaderno en un cajón, con su única leyenda esperando que el tiempo la negara o le diera mas razón que nunca.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El Grillo 27

Victoria:
Tardé mucho en escribir algo sensato. Hubo intentos, pero significaron tan solo alivios para quien sabe que al menos lo había intentado. Lo fácil parece difícil y lo casual poco importante.
Fue casual mi descubrimiento y estaba a solo trece cuadras: la biblioteca popular. Recuerdo que no dejaban retirar las obras, así que me habitué a visitar la biblioteca dos veces por día. Por lo general, me dedicaba la lectura paralela de dos obras: la matinal y la vespertina. Así comencé a llenar mis lecturas. Casi todos los días era yo quien aguardaba la llagada del bibliotecario, quien me entregaba prontamente la obra que tenía reservada desde el día anterior. Mi lugar predilecto era una esquina del recinto donde pegaba el sol desde las nueve hasta las once. El gordo Luis, como buen bibliotecario, me recibía siempre con una sonrisa y un “buendiia”. Su aspecto era mas similar al de un oficinista que al de un bibliotecario. Casi siempre me hacia una acotación acerca del clima y antes de entregarme la obra no olvidaba recalcar:
-Con cuidado, que esta es de las buenas-
Por lo general cruzaba páginas hasta eso de la una del mediodía. Era cuando el hambre distraía mi atención plena. Muchas veces queriendo terminar un libro, lo domaba hasta dos y tres horas mas, pero al final el hambre siempre vence. Por este motivo, procuraba desayunar en forma muy abundante todas las mañanas. Como nunca antes, ni nunca después mi cocina rebalsaba de fiambres, frutas, tostadas y jarros de café repletos. Engullidos en media hora, servían de combustible para mi lectura ávida.
Todas las mañanas de ese año me vieron dentro de la biblioteca popular. Creo no haber faltado nunca.
Los domingos eran dramáticos para mí. El descanso de los bibliotecarios me parecía absurdo. De qué podían cansarse dentro de una biblioteca. Qué mejor que habitar ese submundo de ficciones. Un par de domingos logre, bajo juramento solemne, que el gordo Luis me facilitara volúmenes no registrados en devoluciones. Luis confiaba en mi; sabía que el lunes a las ocho los tendría allí.
Los domingos sin libros eran un suplicio. Me dedicaba a recordar obras enteras, momentos culmines, desarrollos alternativos y finales posibles para obras abiertas. La resolución de enigmas era mi pasión. Pero una vez resueltos no me quedaba mas que la planificación de mis lecturas. Me instruía por referencias y recomendaciones, y trataba en lo posible de extinguir la obra de los autores en forma rigurosamente cronológica.
Todos los días al regresar del almuerzo me dedicaba al chequeo de los ficheros, a las anotaciones en libreta, a las averiguaciones con Luis y la señora de la tarde.
Habiendo finalizado con mis investigaciones, requería volúmenes dilectos de bibliografía mas elevada. Creía que el atardecer era el momento propicio para la meditación por lo que leía volúmenes de filosofía, teología, ciencias ocultas, psicología y otras disciplinas hasta que caía el sol. Meditaba largo rato sobre lo leído mientras hacia mis anotaciones de libreta y me retiraba sin olvidarme de saludar a Luis y a la señora de la noche. En algunas ocasiones me quedaba hasta el horario de cierre, leyendo mientras se enceraban los pisos y las puertas se trababan con llave.
Hacia fin de año había leído todas las obras de gran cantidad de autores de renombre y no tanto. De todas partes, de todas las épocas. Muchas historias, muchos finales inciertos. Ya creía haber leído mucho, pero no lo suficiente. Porque nunca era suficiente... al menos eso creía.
El ultimo domingo del año todo cambio. El sábado a la tarde gaste dos horas de mi tiempo en convencer a Luis para que me prestara un libro. Cada sábado era igual: mi insistencia, su negativa inicial, mi tozudez y mi reclamo angustioso; por ultimo, el préstamo temporal de alguna obra. Era una victoria diferente cada sábado, una conquista a base de fuerza moral y convencimiento.
Luis me acercaba una obra y mi sonrisa aceptaba el trato: el lunes a las ocho de vuelta sin ninguna marca. Como cada sábado, me dedicaba a hojear el libro después de cenar. Esa noche algo cambio.
Este libro no era igual a los anteriores que había leído. Bueno, en apariencia, si lo era. Tapa dura, azul, letras doradas, tipografía pequeña y hojas amarillas.
No me pregunten porque era diferente. Una historia usual: un muchacho como cualquier otro (como yo quizás), un desamor, un desencuentro. Pero que tenia esa historia para impactarme de manera tan profunda. No fue un roce, fue un surco el que abrió ese libro en mi casco. A partir de esa grieta, se hizo un rumbo y la vía de agua no pudo detenerse. Una inmersión placentera, que recuerda el naufrago con gozo, con una satisfacción casi sexual.
Este libro debió ser un clásico nunca descubierto, ese tipo de obras universales que impactan sobre seres de todos los tiempos, en cualquier lugar. Pero más, esta historia parecía escrita para mí. El concebir esta idea me hacia temblar. Podría acaso darse que el autor al concebirla, se figurara un muchacho desahuciado por la desgracia y la incomprensión, que a cientos de kilómetros y largos años por detrás, hubiera de identificarse con su historia, con su muchacho pobre y desilusionado. Evidentemente, ningún creador tan grande pudo haber concebido tal idea, a no ser que se tratara de un ser superior (y maléfico).
La literatura universal tiene sus quiebres (y esto lo aprendí leyendo), pero no podría clasificar a esta obra dentro de ninguno de los moldes. Su simpleza la hacia grande, única e irrepetible. Su brevedad la hacia superior a todo lo que había leído o escuchado.
¿No seria la base mas alta que la cúspide y mi visión perpleja un reflejo absurdo de la obra?
No pude creer que fuera cierto. Creía en la objetividad de la obra.
Claro esta que esa noche no dormí, ni la siguiente cuando inicié su relectura. Me quedaban horas de la madrugada del lunes, pero no iba a terminar aquella segunda lectura. Apurarme por demás hubiera sido una gran falta de respeto a su grandeza. Extenuado llegue al anteúltimo capitulo. Eran las ocho y media de la mañana. Entonces, en un ensueño irresponsable pense que siendo el ultimo día del año, todos estarían prontos a festejar y nadie notaria la ausencia de un libro. Podía devolverlo el día dos... o mejor aun, no devolverlo sino me era requerido.
Con la tranquilidad de un niño me eche a dormir en el sofá. El libro quedo entre mis manos.
A eso de las doce, me despertó la campana del teléfono. Ya sabia, era el gordo Luis. Quería saber porque no había llevado el libro por la mañana. Me excuse diciendo que me había sentido mal el fin de semana y que me había quedado dormido producto de los fármacos. Prometí llevárselo cuanto antes. Con un tono desconfiado me insto al apuro, ya que la biblioteca cerraría antes a causa del fin de año. Ni bien corte salte del sofá para reiniciar la lectura. Me faltaban dos capítulos. Pense que podría terminarlo en dos o tres horas para cumplir con mi promesa. Pero... no podía devolverlo. ¿ Que sucedería si no iba?
A eso de las cuatro, volvió a sonar el teléfono pero no atendí. Preferí seguir leyendo. Seguramente era Luis, pero para que atenderlo si de todas formas no pensaba devolverle el libro hasta no finalizarlo. Los llamados se sucedieron a intervalos de cinco minutos, por el lapso de una hora. El silencio del teléfono me permitió encarar las ultimas diez paginas con mayor tranquilidad. El final se prolongo mas que con la primera lectura, pues me detuve descifrando claves que hacían a la obra aun más genial.
Cuando faltaban tres paginas, golpearon a la puerta. Tuve que abrir ante la insistencia de los golpes. Al hacerlo me encontré con el rostro de un Luis diferente. Sin decir palabra alguna me aparto de la entrada y se encamino hacia la mesa en donde estaba el libro. Intente excusarme, pero fue inútil. Se estaba llevando el libro. Mi libro. Me colgué de su brazo implorándole que me dejara terminarlo; me faltaban solo tres paginas de nuevas claves, de nuevas respuestas.
Hizo oídos sordos. Lo único que dijo antes de salir dando un portazo fue:
-No quiero verlo mas por la biblioteca.
Esa frase se clavo en mi como un puñal. Qué seria de mi vida sin las toneladas de papel que me faltaba engullir. Pero eso no importaba realmente. Qué haría yo sin ese libro, al lado del cual el resto parecía insignificante, superfluo y vacío de contenido. Debía volver a la biblioteca, pero lo mejor seria aguardar hasta el miércoles.
Por la noche note que una herida se había abierto en mi. Extrañaba a la obra. Instintivamente tome un lápiz... y cesó mi silencio.

martes, 9 de marzo de 2010

El Grillo 28

Dinosaurios:
Fue hace dos días. Nos encontraron en un campito. Creo que no era lejos de la casa donde vivía.
Unos chicos del barrio quisieron reacomodar el campo de juego. El terreno del picado debía agrandarse en relación a sus capacidades atléticas.
La casualidad quiso que fueran a clavar el poste justo sobre el cráneo de Hugo, pero no se dieron cuenta. Recién al cavar el otro pozo dieron con mi fémur, casi intacto desde hacia ocho años. Que placer salir del claustro, reeencontrarme con mis compañeros. Hoy se descubrió al ultimo, Cachito. Siempre escurridizo el guacho. Él fue el ultimo al que agarraron. Ahí estabamos veintidós, tirados en el suelo, desarmados, paradójicamente desenterrados por los mismos que años antes habían cubierto nuestro sepulcro con silencio y temor sembrado.
Todos en fila, mirando al cielo igual que hace ocho años pero noventa grados más tiesos. No podíamos mirarnos a la cara, no podíamos hablarnos, pero todos estaríamos pensando lo mismo: que ganas de jugarnos un picado.

lunes, 8 de marzo de 2010

El Grillo 29

El año nuevo:
Hasta el día siguiente estuve bien. Durante la noche hubo estruendos (y olor a cambio). Luego hubo silencio y párrafos que hoy parecen vanos.
Sacudí mi cabeza varias veces. El año había cambiado, pero mi cabeza no. Seguía pensando en la obra, en su necesidad y perfección conjunta. Las hojas no me bastaron y el festejo fue parco.
Trate de recordar si había dormido o no, pero no pude. Supuse un descanso, ya que me hallaba sin rastros de debilidad. Cuando fue cayendo la tarde el hambre me empujo hacia la calle. Eso si lo recordaba, no había comido en los últimos dos días. La lectura y mi intento por salir de aquella angustia me habían consumido en horas sin hambre, en minutos sin apuro.
Pero el hambre siempre abrevia esos momentos sin tiempo. Deben haber sido las siete cuando salí. Por suerte había un quiosco abierto. La gente seguía festejando. En la puerta del quiosco había unos muchachos tomando. Fueron los primeros (y los únicos) en nombrarme el año nuevo. Lo agradecí con una sonrisa y me senté a su lado a comer.
Dos panchos fueron suficientes. Salude a los muchachos y me levante sin rumbo. Instintivamente me encaminé por la avenida. Todo lucia diferente, aunque sé que nada había cambiado. Pero había algo en el aire, quizá fuera la adrenalina de la noche; la de todas las noches, pero en especial la de la pasada. También había algo en mi cabeza, pero no sabia que. Era algo así como un ruido agudo, que invertía el dilema del árbol cayendo en un bosque sin vida. Puede ser sonido aquello que se escucha sin tener fuente.
Seguí caminando hasta encontrare parado frente a la biblioteca. Era la primera vez que la veía así; toda apagada, sin vida. Pero sabia que ahí dentro había miles de vidas, dedicaciones exclusivas al arte, recordatorios del ocio mas sano.
Estuve diez minutos sin saber que hacer. No podía soportar hasta el día siguiente. Di la vuelta por la esquina buscando la ventana del baño que daba a la calle lateral. Debía entrar, la obra me esperaban
La ventana estaba, aunque no abierta, donde lo esperaba. La forcé para entrar sin mayor trabajo. Algo me decía que debía hacerlo, como una de esas tareas que se nos asignan como destinos.
Una vez adentro solo restaba encontrarla... y huir. Aunque podría haberla leído y devolverla a su sitio; pero no podría hacer ambas cosas. En ese aspecto, la vida es como la literatura. Ante las disyuntivas uno elige, como cada personaje para acercarse al fin. Cada pagina es un hito, un mojón de ruta, aunque no sepamos como ha de terminar nuestro relato. Pero ha de terminar como toda buena historia tras la anteúltima pagina.
Así es que me decidí a robar la obra. Hoy me pregunto que hubiera pasado si me hubiera quedado a leerla allí. Pero de nada sirve, porque no pude y ni siquiera puedo imaginarlo. Me quedo con mi destino pobre y elegido.
Todo esto para justificar mis actos, para que se entienda mi proceder y mi no arrepentimiento.

domingo, 7 de marzo de 2010

El Grillo 30

Un Víctor diferente:
Horas después me hallaba en casa volviendo sobre mí y sobre los acontecimientos de la madrugada. Había un nombre que resonaba en mi cabeza. Misteriosamente aparecía ante mí la imagen de un Víctor diferente. Lo veía frente a mí, con un aire sobrador y altanero. Aun hoy recuerdo claramente esa sonrisa doble, inexpugnable. Al volver a casa su imagen comenzó a torturarme.
Era mi segundo encuentro con el orden. Víctor se reía de mis miedos. Su imagen casi viva no lograba escalofriarme. Por unos instantes volví a pensar en ella. Tal vez Víctor se le habría aparecido como a mí en aquel momento. Deje estos pensamientos ni bien note el ceño fruncido de mi visita. Su imagen me estaba pidiendo cuentas y yo estaba demasiado cansado para rendirlas. Así que me acosté.
Pasaron dos horas sin que poder pegar un ojo. La luz del alba pudo con mi cansancio y al levantarme lo vi sentado en el living.
Su sonrisa seguía pegada, irritante. Intuí que seria su presencia la que me impedía dormir a pesar de mi agotamiento físico y mental.
Lo salude absurdamente. Sabia que no iba a contestarme pues tenia en claro que él venia a escuchar, es mas a escuchar algo preciso.
Así fue que comencé a hablar. Si alguien hubiera entrado hubiera creído que desvariaba, pero solo estaba evitando la confesión.
Comencé narrándole los eventos de la noche anterior. Ante cada palabra mía su sonrisa se ampliaba, como si esta vez fuera él el cómplice. Cuando termine, saque un libro de entre mis ropas. Allí estaba el motivo de su visita: la obra.

sábado, 6 de marzo de 2010

El Grillo 31

La confesión:
Las noches que siguieron fueron similares. Revolcado entre sabanas húmedas, sumergido en sueños vivos que me pedían descanso, pero daban fatiga.
En esas noches fue que vislumbre por primera vez la idea de escribir mi historia. Mis circunstancias me parecían tan irreales y disimiles, que parecían extraídas de una novela mágica y surrealista.
Cuando me cansaba de dar vueltas y la almohada empezaba a tenderme la trampa del ahogo, decidía incorporarme de un salto y enfrentarlo. Siempre lo hallaba igual, con la sonrisa dibujada y sentado en el sillón de la ventana. Casi siempre me tiraba extenuado en el sofá y el tan solo me miraba con su sonrisa falsa, desesperante.
A la cuarta noche no di más. Serian las cinco de la mañana, lo supe porque ya estaba aclarando. Mi cabeza ebullía. No sabia como desterrarlo de mi casa ni como borrarlo de mi mente. Que me ocupara la casa no era nada, porque no hacia ruido ni consumía mis víveres. Pero que usurpara mi propia cabeza era inadmisible.
Aquella noche pense de todo: podía llamar a una bruja (debía haber alguna todavía), tal vez llamarla a ella (quizá aceptaría verme). Pero cual era la solución. Mi cabeza volaba tratando de desprenderse de él de algún modo.
La llame, pero nadie contestaba. Si hubiera atendido se habría anticipado el fin, pero de nuevo no estaba o sabia que era yo y no atendía. Pero... como iba a saber que era yo después de tanto tiempo; no podía saber.
Desesperado salte de la cama para increparlo. Increíblemente no estaba. No podía ser pero no estaba. Mi delirio aumento y revolví todo buscándolo hasta que percibí su risita entrecortada. No podía soportarlo más.
Salí al balcón con lagrimas en los ojos. El sol estaba apenas asomando. Pense: es un lindo día para saltar. Sin darme cuenta pase del otro lado y en breve me hallaba suspendido en el aire. Mis dos manos se negaban a soltarse. No me animaba a mirar hacia abajo. Cuando gire mi cabeza lo vi allí, con su sonrisa sarcástica, colgando de mis pies. Sabia que si me soltaba era el fin, pero mis manos no iban a darle el gusto. Con las ultimas fuerzas trepe la baranda nuevamente. Sentía un peso enorme en las piernas, supongo que era la culpa.
Extenuado me acosté en el balcón. Después de un minuto quise levantarme pero no podía. Algo me mantenía contra el suelo y no era el cansancio. Con enorme esfuerzo logre incorporarme. Una vez arriba se repitió el impacto del baño. El mismo golpe, la misma certeza. Logre arrastrarme hasta adentro y allí me desmaye por un largo rato.
Al despertar lo vi allí frente a mí. Estaba en su sillón de la ventana. Me incorpore resignado; Víctor había ganado y yo tenia que confesar. Sabia que el no diría una palabra así que comencé:
-Esta bien, voy a hablar.-
Entonces borro su sonrisa.

viernes, 5 de marzo de 2010

El Grillo 32

La parodia de Simón Pedro:
La mañana del robo volvió a mi boca. Su memoria me iba a impedir decir algo que no fuera fiel a la verdad.
Su disparo al techo había sido un test de confianza para ver hasta donde llegaba mi hombría y mi lealtad. Cuando todos se arrojaron al suelo, yo no supe que hacer. Él me miraba con esa sonrisa que me desconcertaba. El guardia fue por detrás y yo no atine a decirle nada. Entonces me tire al suelo y su sonrisa se desdibujó.
Dos segundos mas tarde su boca escupía sangre y el guardia lo pateaba con despecho. Era inútil, ya estaba muerto.
Mi traición no termino ahí. Cuando llego la policía, negué a Víctor por segunda vez (faltaría una tercera, anos mas tarde, para completar la parodia de Simón Pedro). Argumente una excusa para justificar mi visita al banco y me retire por la puerta grande. Un par de empleados me miraron en forma extraña, así es que al llegar a la esquina corrí a doble paso hasta mas no poder. Como ya dije, me aleje muchos kilómetros corriendo; me oculte en la ribera durante todo el día y solo con la oscuridad de la noche me atreví a volver a casa.
La cara de Víctor continuo fruncida. Sabia que faltaba algo y tenia razón. Esa noche al volver a casa mi mente se clavo en ella. Sabia que estaría sola y que podría aprovechar esta oportunidad única. Pero como decirlo... no me alegraba de la muerte de Víctor pero habiendo ocurrido, se me abría una puerta que lucia invitante.
Solo atine a decirle:
-¿Que hay con ella?-
Entonces su sonrisa volvió.
Mis piernas temblaron. Sabia que ella era bastante débil. Tenia ganas de golpearlo pero no era posible. Corrí hasta el teléfono. La llame de nuevo pensando que antes debía estar dormida. No atendió. Pero... adonde habría ido si yo tenia la certeza de que no era de la provincia, que nunca se iría de la casa de Víctor. Tenia que estar allí. Ante mi desesperación Víctor soltó una carcajada. Esto me enfureció y comencé a arrojarle cosas. Cada vez reía mas fuerte y yo me enfurecía más. Nada lo tocaba. Solo estaba logrando destrozar mi casa.
Entre los objetos que tome arroje la obra. Entonces me detuve y sus carcajadas también. Fui corriendo a buscar la obra pero Víctor se interpuso, no quería que tome la obra y me di cuenta que allí estaría la respuesta.
La obra era una fábula perfecta de la historia que nos toco vivir, de la vuelta de Víctor y de mis dilemas. Ahora todo podía cerrar.
Una frase de la obra basto. Entonces desee no haber increpado a Víctor. La entrega fue tan difícil que Víctor parecía estar incitándome a saltar antes que a leer su contenido. Quizá hubiera sido más fácil soltarme, flotar tres segundos y aplastarme contra el pavimento. Pero hubiera sido una derrota. Una derrota que hubiera evitado mas desazón y dolor.
Mi amenaza de llamar a una bruja lo hizo desistir. La obra cayo del techo donde la tenia pegada y pude atraparla antes de que golpeara el suelo. Víctor se relamía mientras yo abría la obra en la primera pagina. La recordaba claramente pero tenia que leerla para darme cuenta de lo que había sucedido tras la muerte de Víctor.
Al leerla sentí mi destino era un camino marcado por el maleficio. Mis ojos se desmoronaron en esta frase. Víctor triunfante se levanto de su sillón. No volví a verlo, pero el fin de su tortura trajo otra.

jueves, 4 de marzo de 2010

El Grillo 33

Seis pies:
Tenia la certeza de que ella ya no vivía. Pero desde cuando. Sin duda Víctor había presenciado cada uno de nuestros encuentros. Pero por que no se presento entonces. Acaso era otro test.
Muchas veces pienso si Víctor no habrá sido mi alma gemela, el espejo de mi lado más satánico y depravado. Es cierto que parecíamos muy diferentes, pero también lo era la admiración mutua y la envidia insana por los rasgos del otro que uno no tenía. En particular siempre envidie su sarcasmo, su desinterés por lo cotidiano y su malicia tan practica. Calculo que él envidiaría mi tristeza, mi emancipación forzosa y mi torpeza, rasgos que deploro desde hace años.

No podía denunciar a nadie (Víctor ya estaba muerto). Seguramente inducida al suicidio por la acción premeditada de Víctor. Supuse que la visitaría tras nuestros encuentros y la torturaría. Pobre criatura, no habrá soportado... Seguramente había sido idea de Víctor la excusa del viaje a la provincia y seria el mismo el que la sostendría aterrada la noche que casi volteo la puerta.
¿Pero cuando habría muerto?
De algo estaba seguro. Ella no podía estar viva. La primera frase lo decía bien claro:

"Ya no hay luz en sus ojos
porque el cielo se llevo sus palabras
y sus palabras se quedaron en tu tiempo"

No me animé a seguir leyendo. Si bien había leído la obra ya dos veces, esta nueva interpretación era tan tenebrosa y aterradora que la sola idea de leerla me hacia un nudo entre el estomago y el esófago.
La cerré y la apoye sobre la mesa. Esa obra no podía permanecer conmigo. Era peligrosa y podía contener claves acerca de mi pasado o mi futuro que no quería conocer. Recordé un par de frases:

“No preocupa tu futuro,
porque es igual al resto.
Seis pies son suficientes,
Los gusanos siempre vencen”

No quería encontrar mas claves. Prefería olvidar y empezar de nuevo (aunque no fuera posible). Sabia que tenia que devolver la obra para poder continuar mi existencia en paz y sin anuncios, pero no podía llevársela a Luis al mostrador... debía devolverla a escondidas.
Lo prohibido me atraía, como siempre, pero era muy peligroso intentar infiltrarse en el deposito de la biblioteca durante el día. Decidí que debería retornar la obra por donde había salido: por la ventana del baño. Quizá no hubieran notado su ausencia. Si bien el sereno debía haber avisado acerca de mi intrusión, seguramente no sabrían que obra me estaba llevando y, como revisar la biblioteca entera les llevaría meses, no podrían saber cuál obra era ni quien podía haberla llevado. Estos razonamientos me tranquilizaron y me dieron coraje para ejecutar el plan de devolución. Podía devolverla esa misma noche, cuanto antes mejor.
Pense que seria un tramite, como se dice, parte de mi historia escrita. En realidad mi plan parecía ser parte de otro más malicioso y lleno de resentimiento, el plan de Víctor. Quizá esta fuera la segunda o la tercera etapa que nunca quiso contarme, parte de su venganza como si lograra con mi fracaso aminorar o resarcir mi traición.
Es cierto, lo había traicionado, pero no en el banco sino en su propia casa, o mas bien, en mi cabeza voladora. Quizá ella también lo haya traicionado, y por eso esta muerta en vida. De otra forma seria injusto, y a Víctor no le agradaría.
Ingenuamente me encamine a la biblioteca. Serian las doce de la noche cuando me pare frente a la ventana del baño. Esta vez parecía más fácil ya que la ventana del baño estaba abierta. Esto no me extraño en lo mas mínimo. Solo tuve que trepar, y a decir verdad, me sentí un poco tonto devolviendo una obra que había robado tan solo cuatro días antes. Sonreí mientras pasaba mi abdomen hacia la ilegalidad. Se me ocurrió que alguien podría leer esa misma obra años mas tarde y darle un sentido más poético y menos nefasto. Pero esto nunca ocurrió.
Hoy pienso que las vidas de cada uno de nosotros ya están escritas en código en algún libro perdido. O peor aun, que estén todas escritas en un mismo libro que yo tuve hace unos años. Es cierto que pude haberlo descifrado por completo, pero no quería conocerme en forma tan profunda, prefería no saber mis caminos, andarlos sin mas advertencias que la intuición y los desatinos pasados. Esa decisión me costo esta cárcel y tiene el motivo de lo que escribo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El Grillo 34

Segundo picado:
Antes de salir del baño pense en dejar la obra en cualquier estante y marcharme velozmente, pero al meditarlo me di cuenta de que tarde o temprano la descubrirían y a través de Luis sabrían que yo la había movido. Entonces decidí buscar el lugar de donde la había sacado en el fondo del ultimo pasillo del depósito. Después de tantos meses en la biblioteca conocía a la perfección la ubicación de mis libros favoritos, a los que volvía con frecuencia. Pero a esta obra no iba a volver.
Al entrar en la sala de lectura sentí un frío helado que atravesaba mis piernas. Pense que serian los nervios, pero era otra cosa. Hice diez pasos antes de que se encendieran las luces. Pense que era Víctor, pero no era Luis apuntándome.
-¿Querés saber donde va esa, eh?-
No atine a contestar, tampoco a huir como la primera vez. Por detrás apareció el sereno reconociendo mi rostro.
-Si fue este el que se llevo el libro.
-Claro, quien otro- remato Luis.
Cuando llego la policía me acorde del cuento.
Que ganas de jugarme un picado, pense. Me sonreí entonces, pero mi sonrisa no duro mucho.

martes, 2 de marzo de 2010

El Grillo 35

Prueba guardada:
En la comisaría de la avenida, a solo diez cuadras de casa fui interrogado. No fue duro porque no sabia que decir, así que dije la verdad. No creyeron y todos dudaban si lo estaba inventando o si realmente creía en mi ficción. Esta duda sostuvo el aire denso durante nueve horas. Cada tanto me visitaba algún agente que llegaba a la guardia. Casi todos me miraban como a un bicho raro. Seguramente se les habría comentado mi historia, y como el resto descreían.
Pero yo tenia una prueba guardada. La muerte de ella era la pieza clave que hacia encajar mi engranaje. Temía anunciarla por dos motivos. Si se comprobaba su muerte no tendría mas esperanza para seguir. No me importaba verme imputado, solo que no deseaba saber si era cierta mi suposición. Por otra parte, si ella llegara vivita y coleando, entonces yo estaría loco o al menos eso creería la policía. Un juez no dudaría en encerrarme por uno u otro motivo; mi cuadro no encajaba en el esquema del delincuente típico.
Entonces decidí no hablar. No hablar mas con gente de azul.
Cuando recibía bromas ignoraba haberlas oído, y ni siquiera sus coscorrones me hicieron reaccionar. Solo quería que el tiempo pasara porque sabia que no podían mantenerme allí mucho tiempo más. ¿O cuanto se podía encerrar a un joven hambriento de lectura por el robo temporario de un libro? Después de todo, a pesar del impacto que causo en mi, la obra no era la más grandiosa jamas escrita (a no ser que como se me ocurrió anteriormente, las vidas de todos y cada uno de nosotros, pudieran interpretarse con ella).
Nueve horas, como dije.
El cuartito en el que me alojaban ya comenzaba a parecerme cálido cuando llego el juez. Algún resto de ingenuidad hizo que el hombre me inspirara confianza, así que le hable. Le hable mucho. Le conté todo, todo desde el principio. De Víctor, de ella, del banco, de mis obsesiones y su vuelta, y por fin de la obra. Quise hacer aparecer mi robo como un acto plenamente justificado. Y él pareció entender, porque dijo:
-Comprendo.

lunes, 1 de marzo de 2010

El Grillo 36

Segundo encierro:
Al día siguiente fui internado, y comenzó mi peor pesadilla. No sé cuanto duro, pero vuelve, siempre vuelve.
Ni bien llegue me asignaron una cama: la 027. Mi ropa fue cambiada por otra, blanca y liviana. Mis compañeros de cuarto parecían callados.
Esa noche no pude dormir. El resto de los muchachos roncaba, y yo me quede pensando. ¿Qué hubiera pasado si le presentaba al juez mi prueba? Quizá hubiera sido peor, porque solo yo sabia de su muerte. Ya nadie creería que fue la obra la que me anuncio ese hecho. Ahora estaría preso y mis compañeros no serian tan tranquilos como fueron los del hospital. El pelado, sobre todo, era poseedor de una paz asombrosa. Casi nunca hablaba pero sonreía mucho, y cuando algo andaba mal repetía: tranquilo, tranquilo.
Al poco tiempo dieron de alta a dos de los muchachos que venían rehabilitándose. En el cuarto quedamos el pelado, el hombre de barba, el alemán y yo. El hombre de barba no hablaba. El pelado, como dije, era pacifico pero se encontraba aislado, en su mundo. Y el alemán era mi único amigo.
Me contó que estaba allí hacia un año, que en su casa no sabían nada, pero que él estaba bien allí. No podía entenderlo. Como podía estar bien encerrado en una jaula. Yo solo soñaba con escapar. En algunos de esos sueños en los que mi escape era frustrado por motivos creíbles oía por debajo la risita de Víctor.
Recuerdo que soñaba mucho, ya que no tomaba las pastillas que nos daban todas las noches. Tenia un método infalible con el que lograba saltear todos los controles. Tras ingerir las pastillas, pedía permiso para ir al baño, y allí regurgitaba gran parte de las drogas que me habían suministrado. Me hice un experto en provocar el vomito. Cada noche devolvía lo que no quería tomar. Así, mi lobotomía tardo en concretarse. Tal vez por ello me sentía tan a disgusto.
Mi actuación intentaba mimetizarme con el resto de los internos. Tenia la certeza de que esta era la única manera de no llamar la atención. En algún descuido podría huir, y concretar el sueño que todos tenemos desde chico: la fuga.
Todos alguna vez ideamos una causa injusta, una condena y un acto heroico que le devuelva al mundo una parte de la justicia que no tiene.
Y esta era mi oportunidad de concretarlo.
Sabia que debía hacerlo de noche. A eso de las tres todos dormían, seguro.

sábado, 27 de febrero de 2010

El Grillo 37

La fuga:
Esa noche no fue. Se hicieron las seis y el alba calmo mis ansias. No pude levantarme a las tres, ni a las cuatro, y menos a las cinco. Entonces me quede, aunque no pude descansar. Recuerdo que pense mucho aquella noche. Me acorde de ella. Pobrecita.

Pense que la única razón para escapar era la posibilidad de verla. Pense también en la desilusion de Víctor y en su ira cuasi justificada. En el fondo no tenía nada para reclamarme. Al fin y al cabo, nada le había prometido.
Pero entonces... por qué la culpa.
Será por eso que esa noche no pude levantarme.
Solo la duda hizo que me levantara la noche siguiente: y si estuviera viva...

Ese día fue casi soportable. Pensaba todo el tiempo en el escape. Todo estaba calculado hasta el ultimo detalle. No podía ser tan arduo(de hecho no lo era). Burle guardias, camine con sigilo, destrabe la puerta. Libertad, ese bien tan preciado.
Sentí frío al salir. Me pregunte entonces, como es que algo tan bello puede doler tanto.
No tenía sentido, tarde o temprano caería. Así que volví solo. Antes de las seis estaba ya en la cama. Creerán que es incomprensible, yo creo que era la única forma de reencontrarme, de retomar el camino que llevaba.

Recuerdo que en ese tiempo escribí este fragmento:

Y todas estas hojas escritas por ella.
Un universo ideal y silencioso.
Horas bajo lamparas, las tuve a mi lado
Igual que en un principio a ella.
Y ahora dadas vuelta, sirven a otro fin,
para otra historia: la historia que no fue

Quisiera no idealizarla,
Pero al no conocerla me resulta imposible.
Porque todo es perfecto sin su voz,
sin sus errores
(porque ha de cometerlos,
aunque no me imagino de que forma)

Lamentablemente supe su apellido,
Y ahora sé su nombre.
Mejor era no saber nada
Y siempre esperarla en cualquier parte
Pero me es inevitable:
La quiero y no sé por qué.

Es simpático que el amor sea tan incoherente y testarudo. En lugar de evitarse un desengaño uno busca, como intentando probarse una vez mas que todo es inútil. Ya no quedan esperanzas: estoy condenado a ser un desdichado.

viernes, 26 de febrero de 2010

El Grillo 38

Veintinueve:
Mas allá de nuestra testarudez, algunos eventos nos indican que existe algo en universo que esta confabulando con nosotros para provocar un encuentro. Solos no somos capaces de lograr el imposible, pero este se acerca en virtud de eventos fortuitos que al sucederse nos hacen dudar acerca de la formulación del azar.
No buscando su nombre la encontré, hasta supe donde vivía casualmente. Pero siempre hay una búsqueda detrás, algo que nos impulsa a encotrarnos en este mar de gente que nos intenta ahogar con decepciones.

Algo de esto me hizo recordar la obra. Pensaba que ya estaba olvidada, pero no enteramente.
Lo único que recuerdo es que tras escribir estas líneas decidí no resistirme mas a las drogas. En adelante haría lo que me dijeran. Tomaría lo que me dieran sin quejarme. Estaba entregado. Definitivamente.
No sé cuanto tiempo pase encerrado. Solo sé que cuando salí tenia veintinueve. Recuerdo que este hecho no me puso triste, simplemente pense: veintinueve, que simpático, como el colectivo.

jueves, 25 de febrero de 2010

El Grillo 39

La vuelta:
No había mucho sentido por recorrer. Solo el tiempo me aguardaba. En pocas palabras: el Comando, Víctor y ella. Solo me faltaba para completar el ciclo, el grillo.
Yo sabia que no estaba loco. Así que no tenía porque escapar. Aunque es cierto, me tuvieron encerrado, pero fue porque no podían comprenderme. Reconozco que los hechos que me sucedieron estaban con creces muy por fuera de lo considerado normal. De ahí la confusión, de ahí mi encierro. Mientras estuve adentro sabia que algún día tal confusión debía cesar. Y ese día llego.
En adelante procure nunca mas realizar actos que estuvieran fuera de lo común para evitar confusiones y encierros no merecidos.
Por eso cuando apareció el grillo procure actuar con la mayor normalidad posible. Mi apariencia externa no se vio trastocada; mis rutinas tal vez si, pero no creo que nadie (salvo el portero) lo halla notado.
Procure nunca mas pensar en ella o en él, nunca mas pintadas. El fin del Comando Abuelo Negro. El haber luchado no me justifica para siempre, solo la lucha cotidiana logra y permanece.
El Comando murió en el hospital, y con la mi dignidad, mi ser integro. No busco justificarme, solo quiero que alguien, en algún tiempo me comprenda. Porque sé que alguien, algún día, ha de comprender el motivo de mis actos, el porque de mi proceder. Mis ilogicidades no fueron tales. Mis afecciones, que aun duran, me llevaron sin querer a lo que soy. Pero esto no me justifica, tan solo me explica y con eso basta.

miércoles, 24 de febrero de 2010

El Grillo 40

Balance:
Queda algo por narrar. Son los sucesos que me llevaron al grillo, a la locura declarada mas adelante.
Hoy soy un hombre lleno de contradicciones, como un asesino sin coartada.
No pense nunca en el escape, mucho menos en un crimen perfecto, sin testigos ni pistas. Cometí atrocidades que no creía tales. Me lleve puesto este nombre, la historia que he contado y los motivos que aun me llevan.
Escribir no ha sido fácil.
Nada lo es.
Pasaron dos años. No recuerdo bien en que. Quise trabajar en la biblioteca pero no fui atendido. Lo hubiera hecho ad honorem para resarcir el daño que cause en ella. Por consejo de Luis, la directora decidió no aceptar mi colaboración. El mundo literario no comprendía mi arrepentimiento y ya no podría retirar libros. Comprarlos seria más difícil dado que mi escasa renta haría difícil de sostener mi ávida lectura. Sin embargo no podía resistir la tentación. Intente en otras bibliotecas, pero mi prontuario me excluía.
Siempre sospechaban, y al llamar confirmaban mi altercado. Era inevitable: cada bibliotecario que me atendía pedía mi dirección para llenar la ficha, y al verme tan alejado consultaba por el motivo. Muchas veces esgrimí excusas de trabajo, pero ellos inexorablemente hacían el llamado que concluía con mis esperanzas de volver a leer.
Una noche, desperté sudado. Había soñado que mataba a alguien pero o sabia a quien. Solo recordaba una imagen: una pila de libros derribándose sobre un hombre de espaldas. Entonces temblé. Podía ser real mi sueño, y mi víctima solo podía ser una.
A la mañana siguiente corrí desesperado hacia la biblioteca. Llegue ocho menos cinco. Esos cinco minutos fueron un suplicio; el sudor era tibio y los nervios de punta me arrojaban lejos del lugar, hasta que lo vi bajar del colectivo. Luis me miro con mala cara, pero yo sonreí.
-¿Que buscas?- me dijo de mal modo.
-No nada, quería ver como andaba- conteste ingenuamente.
-No te hagas el simpático, ya sabés que acá no podes entrar. Ni acá ni en ninguna otra biblioteca del país.
Me fui contento, me había dado una clave: mudarme seria una solución. Pero, adonde ir sin tiempo ni planes.
Llegue a casa y comencé a armar una valija. Con una bastaría, total sabia que me iba para leer, solo para eso. Luego podría volver, pero solo si terminaba con mi proyecto: leer todo lo alguna vez escrito. Con el correr de las prendas me fui desanimando. Mi proyecto era imposible, mi principal enemigo era el tiempo... y los nuevos escritores. Aun salvando este inconveniente, no podría con mi voluntad, detener al tiempo. Mi cuerpo iría pudriéndose de a poco, mi vista se iría deteriorando, y mi alma con una pena mayúscula, se iría apagando en forma paulatina. Ninguna restricción en el volumen de las obras lo hacia posible.
Deprimido me entregué al llanto. Lo recuerdo claramente, porque pocas veces he llorado. Me extraño el sabor amargo en las mejillas, también me extraño el ahogo y la desazón. Me quede tirado en el sofá por largo rato. ¿Por qué lloraba? No lo sabia con precisión. Hoy sí lo sé: no quería leer todas las obras del mundo, solo necesitaba una.
Allí estaba mi vida en símbolos. Me duele pensar que la tortura de Víctor me hizo devolverla. Si tan solo hubiera sido mas fuerte... aun hoy debe reírse de mi cobardía en alguna parte.
Debía reencontrarme con la obra de algún modo. Pense : la biblioteca. Debía estar allí, porque todo estaba allí.
Reingresar ilegalmente seria una locura, así que decidí buscarle en otra parte. Los archivos me fueron siempre inutiles. Los libreros intrigados investigaron en mi nombre. Fue inútil, la obra no estaba, parecía no existir. Entonces surgió mi duda: habría existido alguna vez tal obra. Debía ser, ya que la tuve por siete días en dos tandas de tres y cuatro.
Pero que tal si el libro no era lo que yo leí, sino otras ideas que emanaban de alguna parte de mi ser en forma inconsciente. No podía conservar la duda. Luego de tres días de búsqueda, habiendo recorrido las treinta y siete bibliotecas de la ciudad y más de noventa librerías céntricas, me di por vencido. Había un solo lugar donde podría hallar la obra: en mi biblioteca amiga.